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Revista Pentagrama 3 2016 - Rosacruz Áurea: …€¦ · 1916 El Rostro verde. 1917 Cambia...

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2016 NÚMERO 3 A la búsqueda de nuestra verdadera identidad Gustav Meyrink El escritor de la travesía de los mundos
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• Introducción a la obra y a la vida de Gustav Meyrink

• El último límite

• El no saber, el actuar y la alquimia. ¿Cómo vencer al destino?

• La cadena de los vivos

• El Ángel de la Ventana de Occidente. Resumen

• El Relojero

2016 NÚMERO 3

A la búsqueda de nuestra verdadera identidad

Gustav MeyrinkEl escritor de la travesía de los mundos

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Redactor JefeA.H. v. d. Brul

Responsable editorialP. Huis

RedacciónPentagramaMaartensdijkseweg 1NL-3723 MC Bilthoven, Holandae-mail:[email protected]

Edición y administraciónFundación RosacruzCamino del Pesebre, s/n.50162 Villamayor (Zaragoza)web:www.fundacionrosacruz.orge-mail:[email protected]

© Stichting Rozekruis Pers.Ninguna parte de esta revistapuede ser reproducida sin laautorización escrita del editor.

La revista pentagrama aparece seis vecespor año en holandés, alemán, español,francés e inglés.En brasileño, búlgaro, finés, griego, húngaro,italiano, polaco, ruso, eslovaco, sueco ycheco, sólo aparece cuatro veces por año.

Depósito legal:GI 1005-95

Revista de la Escuela Internacionalde la Rosacruz ÁureaLectorium Rosicrucianum

La revista pentagrama se propone atraer laatención de los lectores sobre la nueva era queha comenzado para el desarrollo de la humanidad.El pentagrama siempre ha sido el símbolodel hombre renacido, del hombre nuevo.Es igualmente el símbolo del universo y de sueterno devenir, por el que tiene lugar lamanifestación del Plan de Dios.No obstante, un símbolo sólo tiene valorcuando se convierte en realidad. El hombreque realiza el pentagrama en su microcosmo,en su propio pequeño mundo, se mantieneen el camino de la Transfiguración.La revista pentagrama llama al lector a realizaresta revolución espiritual en sí mismo.

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meyrink 1

Gustav Meyrink

Año 38 2016 número 3

Introducción a la obra y a la vida de Gustav Meyrink 2

El último límite 4

El no saber, el actuar y la alquimia. ¿Cómo vencer al destino? 14

La cadena de los vivos 21

El Ángel de la Ventana de Occidente. Resumen 31

El Relojero 34

En su libro La Rosacruz Áurea, una escuela de iniciación moderna, Konrad Dietzfelbinger expone lo siguiente:

Antes de que pueda efectuarse un impulso a partir del mundo espiritual, la humanidad tiene que haber alcanzado un determinado nivel en su anhelo por desplegar el espíritu, el ser verdadero en el hombre. Ocurre como cuando hay una tormenta. En la atmósfera se acumula electricidad -comparable al impulso apremiante del mundo espiritual-, mientras que la Tierra, en tanto que polo opuesto -comparable al anhelo humano para desarrollar el ser verdadero-, espera ansiosamente esta electricidad.

Una penetrante situación de tormenta de este tipo se desarrolló en las décadas que dieron paso del siglo XIX al siglo XX. El materialismo había alcanzado su apogeo en el siglo XIX, lo que hizo que en muchos seres humanos creciera como réplica, consciente o inconscientemente, el anhelo del mundo espiritual. Existía una gran receptividad a los impulsos que llegaban a la Tierra procedentes del orden divino. Por otra parte, un nuevo aspecto de la naturaleza divina, Acuario, se estaba abriendo paso. Era como si la atmósfera estuviese cargada con un plan de estudios. La estructura del mundo espiritual, sus leyes, propiedades y fuerzas querían que el ser humano se concienciase de su existencia. Esta toma de conciencia es el signo distintivo del aspecto acuario en el zodíaco espiritual.

Sin duda alguna, los comienzos del siglo XX significaron para Occidente una época extraordinariamente fecunda en la búsqueda de una comprensión más profunda de los mundos invisibles. Una enorme sed por penetrar y conocer esos mundos impulsó a innumerables seres humanos. Surgieron numerosos movimientos y sociedades esotéricas que, de un modo u otro, intentaron romper la cáscara dentro de la cual el materialismo había encerrado la realidad y abrieron su percepción al universo de lo oculto, lo misterioso y lo invisible.

En medio del bullicio de semejante tormenta espiritual, destaca un artista solitario, libre e independiente, cuya obra es capaz de plasmar con singular fascinación y objetividad las honduras de tales realidades suprasensibles.

Es Gustav Meyrink, a quien está dedicado este número de Pentagrama.

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Introducción a la obra y la vida de Gustav Meyrink

Gustav Meyrink, buscador de la verdad, escritor y artista que pasó por todas las fases del escepticismo, es un ejem-

plo para el hombre moderno que se busca a sí mismo.Él se denomina a sí mismo como “mágico-sugestivo”, maestro en el arte de vivir. Describe su propio concepto de la literatura como “magia y sugestión”. Por medio de imágenes, pensa-mientos y sentimientos quiere tocar al lector en lo más profundo de su interior. De manera inimitable, sus romances brotan de la fuente de la alegría nacida del encuentro con la natura-leza humana verdadera: lo original y lo divino presentes en todo ser humano.A lo largo de este Pentagrama podremos leer cómo Gustav Meyrink buscó esta grandiosa ver-dad durante toda su vida. Su obra es, en cierto modo, una relación detallada: nos aporta los frutos obtenidos en el transcurso de ese viaje, el descubrimiento de “lo que verdaderamente somos”.Gustav Meyrink prefigura el buscador del co-mienzo de la era de Acuario. Su vida conoció dos fases: una primera repleta de logros sociales que terminó en fracaso, no solamente a causa de sus numerosos enemigos, sino por la propia insatisfacción de Meyrink; la segunda fase, su vida de autor propiamente dicha, rodeada de un ambiente de misterio profundamente espiritual, alentada por una fe absoluta en la vida superior. Por medio de palabras e imágenes, supo trans-mitirnos una visión sobre la misión de todo ser humano: arrancar a este mundo materialista el

principio espiritual que yace prisionero en él.Prácticamente todos los aspectos del buscador esotérico actual se encuentran en esta figura destacada de comienzos del siglo XX.Gustav Meyrink quiso conocer todos los cami-nos y métodos espirituales de Oriente y Occi-dente. El relato de sus experiencias constituye un tesoro de información. Con ayuda de su intuición espiritual, Meyrink atravesó completa-mente la espesa capa de nubes, errores y mistifi-caciones. De esta manera condujo a sus lectores a una atmósfera elevada y pura. Pues únicamen-te en esta atmósfera pura y espiritual el hombre puede encontrar el camino hacia su propio ser interior. Allí, en el trasfondo de su ser, Meyrink “vio” el rostro del “encubierto” o “Muy Anciano”, lo cual significa que la razón oculta del ser original dormita en lo más profundo del ser humano.Es extremadamente raro que un buscador que ha sondeado todos los caminos existentes en los campos de la vía esotérica acabe por encon-trar la salida, la vía liberadora. En este sentido la vida de Meyrink es ejemplar. Analiza a su manera y con perspicacia el funcionamiento de lo invisible y encuentra un camino practicable para todos los verdaderos buscadores que les permite ahorrarse mucho tiempo y sufrimiento.En la época actual, ayudados por las nuevas ra-diaciones de Acuario que Meyrink ciertamente presintió, se brinda al ser humano la posibilidad de comenzar prácticamente donde Meyrink acabó.

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introducción a la obra y a la vida de Gustav Meyrink 3

ELEMENTOS BIOGRáFICOS

1868 Gustav Meyrink nace en Viena el 19 de Enero, hijo natural del Barón von Varnbüler y la actriz María Meyer.

1889-1902 Banquero en Praga, frecuenta los círculos ocultos.

Desde 1901 Bajo el pseudónimo de Meyrink escribe sátiras en diversas publicaciones de la época.

1905 Segundo matrimonio con Mena Bernt que muere en 1966.

1906 Montreux, nace su hija Sybille.

1907 Munich, nace su hijo Harro. El Museo de figuras de cera.

+ 1910 Traduce los 15 volúmenes de Charles Dickens.

Desde 1911 Vive en Starnberg en la “Casa de la última farola”.

1915 El Golem (gran éxito desde su publicación).

1916 El Rostro verde.

1917 Cambia oficialmente su apellido a Meyrink. La noche de Walpurgis.

1921 El Dominico blanco.

1925 Cuentos de alquimistas.

1927 El Ángel de la ventana de Occidente.

1932 Muere su hijo Harro. Gustav Meyrink muere el 4 de Diciembre.

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El folleto que Meyrink tenía en la mano venía de una librería ocultista; abordaba toda clase de temas como el espiritismo, los hechizos, la ma-gia, etc. Meyrink continuó su relato así:

“El deseo ardiente de ver esas cosas con mis propios ojos, de cogerlas con mis manos, de sentir la seriedad y de penetrar en los misterios que yacían en sus funda-mentos, se inflamó en mí durante la noche y sentí la sed inextinguible de acceder a este conocimiento. Cogí el revólver, que de momento se había convertido en un objeto inútil, y lo metí en un cajón. Todavía lo tengo. Se ha oxidado y ya no gira el cilindro, y no volverá a girar.”

A partir de entonces, el destino de Meyrink comenzó a “galopar”. Meyrink empezó una búsqueda larga y aventurada a través de los planos limítrofes de la vida y de la muerte, de lo visible y lo invisible, de la inconsciencia y de la consciencia. ¡Sin embargo, este interés hacia los temas ocultos y los arcanos de la ciencia espiritual no se despertó en él de repente! ¡Eso no cayó repentinamente del cielo! Pues, desde su más tierna infancia, Meyrink tuvo visio-nes. Esta aptitud para la clarividencia tuvo un carácter espontáneo que, más tarde, aprendería a utilizar. Después de este cambio radical en su vida, con ese ardor y esta fogosidad que le caracte-rizaban, fue acosado por una sed inextinguible de conocimiento de los planos limítrofes, sed que siempre lo acompañó como una segunda naturaleza.

En sus años jóvenes y adolescentes, se entregó al placer del remo, al ajedrez y al póker y no se privó de aventuras amorosas.

En un artículo de su puño y letra, titulado “Mi despertar en la sociedad de videntes” reconoce haber estado implicado en aventuras amorosas que desembocaban en tristezas cada vez más intensas, hasta los 23 años. Devorado por estos fuertes sentimientos y manifiestamente también por su intrepidez, decidió un día poner fin a su vida. En su ensayo El Piloto, describe lo que ocurrió entonces:

“En Praga, en mi habitación de soltero, sentado en mi escritorio puse en un sobre la carta de despedida que había escrito a mi madre y cogí el revólver que había delante de mí; pues yo quería atravesar el Estigia, que-ría desembarazarme de una vida mediocre, condenado para siempre a ser alguien afligido y sin valor. En ese preciso instante, “el piloto con su gorra ocultándole el rostro” (tal como lo denominaba desde entonces) subió a bordo de mi barco de vida y viró el timón. Enton-ces oí un susurro en la puerta de la habitación, y al girarme vi que una hoja de papel blanco se deslizaba bajo la puerta. Era una cuartilla impresa. El hecho de poner el revólver a un lado, abrir la hoja de papel y leer el título, no era consecuencia de una excitación na-cida de mi curiosidad, ni del deseo, todavía inconfeso, de evitar la muerte, mi corazón estaba vacío. Leí ese folleto “sobre la vida después de la muerte”. ¡Notable coincidencia! Así fue como el tema de la vida después de la muerte me cautivó desde la primera palabra. Desde entonces, no creí nunca en las coincidencias, pero sí en los pilotos.”

El último límite

Gustav Meyrink era un hombre fogoso. Lo era en todo: en el deporte, en los duelos, en las conversaciones, en la búsqueda de los valores espirituales esenciales, hasta las fronteras extremas de la vida y la consciencia. Fue también, al comienzo de su carrera, fogoso con su pluma, e incluso, por qué no decirlo, “acerbo”. Meyrink era, por así decirlo: un intrépido.

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El primer arco de tensión, el de la vida y la muerte, es propio de cada gran artista. Se puede pensar, por ejemplo, en el escritor holandés, ya difunto, Jan Wolkers, que escribió el año pasado con la perspectiva de la muerte ante sus ojos. Pero para Meyrink, este arco no significa que el tema de la muerte, o más bien que la muerte, esté en el centro de su obra, ¡muy al contrario! Aunque el lado lúgubre y macabro esté efectiva-mente muy presente en las breves historias del comienzo de su carrera, no escribió, tal como hizo su amigo e ilustrador Alfred Kubin, una novela sobre el más allá. Él no fue una figura de “fin de siglo”; tampoco fue un representante de la “novela negra”, ni el cantor de otras expre-siones decadentes que al final del siglo XIX prosperaron abundantemente en las capitales de Europa central, como en Viena y Praga. ¡Él era

demasiado ardiente y fogoso para ello! Meyrink era en todos los aspectos de su ser “un hombre vivo aquí y ahora”. Este primer arco de tensión se manifestó en Meyrink en su tendencia a transgredir los lími-tes. En este plano, fue el verdadero pionero de su tiempo, ¡un producto de su época! Se integró en el círculo de todos los artistas de esa época que abrazaron lo oculto, lo misterioso y lo invisible.En el primer cuarto del siglo XX, muchos de ellos fueron inspirados por la teosofía y los libros de H.P. Blavatsky. Compositores, pintores, arquitectos y poetas, buscaron los límites de lo visible y lo conocible, y trataron de atravesar-los. Cabe subrayar que estos conocimientos que entonces parecían estar reservados a una clase especial de seres, una especie de élite, hoy son bastante conocidos por el gran público.

Se podría explicar psicológica-mente por su origen adulterino y los estigmas que por este motivo soportó durante los primeros años de su vida. Esta tendencia se ex-presa tanto en sus obras como en su vida. En sus comienzos como escritor, se hizo considerablemente célebre a causa de su estilo satírico y de su rigor sin perdón, median-te los cuales desenmascaraba a las personas que, a su juicio, eran esta-fadores en el terreno espiritual. En el alma de este artista, para quien vivir y escribir se confundi-rían un día totalmente, se pueden discernir dos líneas de fuerza o dos arcos de tensión:- el primero entre la vida y la muerte; - el segundo entre la muerte y la inmortalidad. Der Golem. Litografía de Hugo Steiner-Prag

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En aquella época estaba de moda protegerse del mundo, abandonarse a sí mismo con todo lo que eso conllevaba. Meyrink se esforzó siempre por conservar su independencia de juicio y ser obje-tivo frente a los demás. Frecuentó innumerables grupos y movimientos espirituales y esotéricos, pero siempre evitó unirse a ellos. Desarrolló su propia visión sobre temas como la magia, el yoga y el espiritismo sin imponerla a los demás. En esa época, esas revelaciones eran nuevas y desconocidas para Occidente que desde ha-cía dos o tres siglos se iba deslizando hacia el materialismo y para el que la creencia religiosa era a menudo un simple hábito. En su búsqueda suprasensible, Meyrink encontró a los que deno-mina, tal como ya hemos dicho, “los timadores espirituales”. Pero también frecuentó a verdade-ros iniciados en cuyo entorno se reunían alum-nos o discípulos.Meyrink deseaba ser una persona libre, autó-noma, poseedor de una vida interior privada. Como señal de esta independencia, cambió el apellido de familia de su madre, Meyer, por Me-yrink, porque el apellido Meyer, compartido por demasiadas personas, no poseía esta distinción que él juzgaba necesaria.A causa de su carácter fogoso e intrépido, Me-yrink no renunció jamás a su sed y penetró en los mundos ocultos para descubrirlos. Tenemos

que estarle agradecidos, ya que sin él, sin sus diversas incursiones por los planos limítrofes, muchas cosas seguirían siéndonos desconocidas.¡Es imposible entrar aquí en todos los detalles! Digamos solamente que él buscó y se aventuró en esferas cuya larga enumeración podría resultar atractiva. Pero es la característica de su búsqueda: el espiritismo, la fabricación del oro, los ejercicios de meditación, el yoga, las drogas, la telepatía, etc., lo que nos parece más interesante.La intensa necesidad de experimentar y de ve-rificarlo todo, y la voluntad de poseer un libre poder de discernimiento, tal como lo reivindi-có Gustav Meyrink, son aspectos significativos que ya anuncian la era de Acuario, aspectos de la personalidad de Meyrink que nos tocan tan fuertemente.Los informes de su búsqueda personal resue-nan como una autoridad; en éstos se expresa alguien que ha dejado tras de sí las limitaciones de la vida burguesa, del dogmatismo filosófico y religioso, y que ha puesto en práctica el dicho tan conocido: “Experiméntalo todo y guarda solamente lo bueno”. Para él contaba sobretodo, y en esto iba muy por delante de muchos, el principio de autonomía de la conciencia. ¿Cómo se puede alcanzar la autonomía? ¡Pues aspirar a ella no es suficiente! Para responder a esta pregunta, quisiéramos examinar la imagen que ya hemos visto del “pi-loto”. El piloto que obsesiona la imaginación de Meyrink lleva una gorra que le oculta el rostro. Es pues alguien que está disfrazado o enmas-carado. ¿Qué significado tuvo esta figura en la vida de Meyrink? Nos gustaría ahora examinar esta pregunta.Al principio, nos dice en su texto La transforma-ción en la sangre, que el ser oculto, el disfrazado tenía forma de fantasma. Lo expresa como sigue:“Hace 36 años, sentí por vez primera este Yo, este ser oculto; esta forma misteriosa que estaba detrás de los bastidores de la vida. Me hacía señales que durante

Meyrink se esforzó

siempre por conservar

su independencia de

juicio y ser objetivo

frente a los demás

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También hay que destacar la edición barata de bolsillo de la novela de Meyrink, que fue devo-rada por los soldados en las trincheras de la pri-mera guerra mundial. Sin duda porque un relato de ese tipo, rico en episodios fantásticos, tenía el poder de apartar los horrores de la guerra.Pero eso no acaba ahí: las trincheras también formaban un límite, una zona de sombra entre la vida y la muerte; la frontera entre sobrevi-vir y morir estaba allí, más sutil pero muy real. Además, vemos en el Golem cómo un mun-do invisible, desconocido, atraviesa el mundo visible.Detrás de los bastidores de nuestra existencia, simbolizada por el gueto de Praga, prolifera una vida misteriosa, subconsciente. En este plano invisible, actúan tanto elementos angustiosos y amenazadores, como también elementos libera-dores y redentores. Ello debió gustar, consciente o inconscientemente, a la muchedumbre que vivía en este período perturbado, período en el que, efectivamente, lo invisible estaba a punto de penetrar en la existencia visible. Desde entonces, fue ya evidente para Meyrink que lo espiritual no se revelaría en el momen-to en que se atraviesa el velo de la muerte. En su novela, El Rostro verde, que apareció un año después de El Golem, pone en boca de la figura mítica, Chidher, el ser “eternamente verde”:“Quien, en la tierra, no aprende a ver, ciertamente tampoco aprenderá a ver en el otro lado.”Dicho de otra manera: no se accede auto-máticamente a la vida liberada después de la muerte. Meyrink hace así un ajuste de cuentas con el dogma religioso, que para él solamente es una superstición. Por ello, también advier-te contra el espiritismo que amenazaba con sumergirlo todo como una ola pestilente. En El Rostro Verde, pone además en boca de uno de sus héroes: “Cuando tu yo invisible se te aparece como una en-tidad, puedes reconocerlo porque proyecta una sombra.

largo tiempo no comprendí. Era aún demasiado joven para comprender lo que esta forma enmascarada me quería decir.”

Pasó mucho tiempo antes de que Meyrink comprendiera verdaderamente lo que el ser oculto, la figura del disfrazado, le quería decir. La comprensión de su sentido exigía que viejas tensiones presentes en la vida de Meyrink fue-ran resueltas, tensiones entre él y la burguesía o “estos disfrazados” tal como él llamaba a sus adversarios. Primero debía descubrir qué papel, qué funciones desempeñaban sus adversarios, tanto el agente Olic como los oficiales del ejér-cito que le habían desafiado a duelo.Su vida transcurría entonces bajo el signo de un intenso dolor. Fue el período durante el cual representó tanto el papel del dandy como el del “joven encolerizado” (así es como se le deno-minaba algunos decenios más tarde). Fue en este período cuando publicó muchos escritos acerbos y satíricos que reflejaban de hecho ajustes de cuentas con sus supuestos enemigos. Este período terminó al mismo tiempo que su primera unión conyugal, que fue seguida de un segundo matri-monio, un fracaso y un corto encarcelamiento. Todos estos episodios le llevaron a escribir:“Toda la existencia es dolor ardiente. Quien mira con sabiduría, pronto dice basta a esta triste existencia. Ese es el camino de la purificación”.

Pero todavía tenía ante sí un largo camino de purificación y de despertar por recorrer.Sin embargo, como escritor, tuvo rápidamente grandes éxitos. Su primera novela, El Golem, explotó como una bomba y alcanzó cifras de venta elevadas gracias a una campaña publicita-ria moderna. El tema mágico de El Golem, que relata la creación de un ser artificial, tuvo un fuerte impacto desde su aparición en 1915, un tema entonces muy actual del que dan testimo-nio innumerables disertaciones, libros y películas.

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ciones de sabiduría, que cuando el espíritu del hombre quiere despertar y renacer, el hombre debe trabajar él mismo en la purificación de sus cuerpos sutiles. Cuando un hombre se implica en este trabajo, aparece rápidamente un cambio vital. Lo invisible domina sobre lo visible. El cuerpo mental, pero sobre todo el cuerpo astral, tienen un papel clave en los procesos de trans-formación y purificación. Lo esencial consiste en trabajar sobre el cuerpo de los deseos. Por ello, quien quiere realizar progresos serios debe poner un guardián ante la puerta de sus deseos, de sus pensamientos y de su voluntad. No debe tratar de intervenir para disimular o sublimar sus deseos; debe ante todo y en primer lugar obte-ner el conocimiento de sí mismo. Así pudo Meyrink tomar conciencia de todo cuanto se manifestaba en la sombra de sus dife-rentes cuerpos y descubrir al que era invisible, el ser misterioso que en verdad era él mismo.

Antes, tampoco sabía quién era yo, hasta que vi mi propio cuerpo como una sombra.”

Y cuando Meyrink comprendió que el cami-no secreto hacia el renacimiento espiritual era una transformación del cuerpo y no sólo del espíritu, entonces el camino de la purificación se le hizo cada vez más evidente. Al mismo tiempo debemos apuntar que Gustav Meyrink, como esoterista que era, dotado de una vasta biblioteca y teniendo acceso a diferentes fuentes espirituales, no habla aquí solamente de nuestro cuerpo físico, el único cuerpo que conocemos bien. ¡No! Habiendo participado en toda cla-se de movimientos y grupos, tal y como dan testimonio todos los libros y los valiosos docu-mentos que poseía sobre las tradiciones chinas, tibetanas, islámicas, judías, hindúes y budistas, él conocía los diversos cuerpos sutiles del hom-bre. Es una idea universal, propia de las tradi-

Calles de Josefov, Praga, 1908

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Comprendió que una purificación de su poder mental, de su poder del pensamiento, era nece-sario con el fin de que pudiera volver a encon-trar sus funciones originales. Durante mucho tiempo cometió el error de querer practicar con su personalidad, con su ego, los procesos del conocimiento de sí mismo y de purificación. Sólo al final de su vida fue cons-ciente de este error y lo reconoció.Sin embargo, según el desarrollo de su obra y de su vida, podemos constatar que ya se había producido un cambio de perspectiva. El antiguo arco de tensión entre el comienzo y el final de su vida deja sitio progresivamente a algo nuevo; en particular a un segundo arco de tensión: el arco tendido entre la muerte y la inmortalidad.Esta otra perspectiva liberadora fue totalmente conquistada con sus propias fuerzas. Meyrink no podía unirse a las fuerzas de atracción del campo religioso. También debía velar, como un persona-je de Fausto, ¡para no ser arrastrado hacia abajo! ¡Aprendizaje y experiencia difíciles para él!Por ejemplo, tuvo que sufrir una afección de columna vertebral provocada por ciertos ejer-cicios de meditación. Todos estos perjuicios y muchos escándalos, le condujeron finalmente a ser “un hombre sensato”. Alcanzó el punto en que pudo dejar tras de sí las antiguas contradic-ciones internas.La mayor de las contradicciones, que cada uno de nosotros debe reconocer, consiste en querer restaurar, con el ego, nuestros propios aspectos constituidos por sombras. Paralelamente a este cambio de perspectivas, vemos dibujarse en la vida de Meyrink un mo-vimiento de retirada: renunció al proyecto de dirigir su propia revista, cuya reconocida inten-ción era “dar un puñetazo en la cara a la élite dominante del arte”; sobrevivió a una campaña de calumnias dirigida contra él y parcialmente coloreada de antisemitismo; rechazó regresar a la familia Varnbüler, a la que pertenecía su padre

biológico que nunca lo reconoció. Finalmente, pudo llevar oficialmente el apellido Meyrink.No fue solamente un habitante de la frontera en sentido figurado; ¡lo fue también realmente en la vida! Se estableció a orillas del lago Starn-berg, al sur de Munich, en la casa de la última farola. Allí, se consagró a sus dos últimas gran-des novelas: El Dominico blanco y El Ángel de la ventana de Occidente. Este hombre, que se desenvolvía muy bien en so-ciedad y era maestro de la conversación, alcanzó, con estas dos novelas, un dominio único de la escritura. La denominó: “sugestión mágica”. De esta forma, sus libros tienen sobre nosotros un efecto fascinante. Su talento verbal hace de él un narrador “diferente”. Añadamos que él pensaba que el verbo, expresado o escrito, po-seía una determinada fuerza creadora. El lengua-je está en relación directa con los pensamientos, y a propósito de los pensamientos, Meyrink dijo: “Hay pensamientos que son como sortilegios, porque son palabras creadoras o destructoras del alma.”

También se expresó claramente sobre el carácter espiritual necesario del arte en general y en sus propias creaciones:“Lo que constituye una obra de arte es, al menos en mi opinión, tanto el acto de escribir como la persona

Hay pensamientos que

son como sortilegios,

porque son palabras

creadoras o destructoras

del alma

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que escribe, pues en la base de la obra hay un sentido cósmico, profundo. Naturalmente, este sentido sola-mente se revela a los lectores sensibles; el significado profundo nunca se debe abrir a los indiscretos.”

Eduard Frank nos dice respecto a ello:“Meyrink nos hace partícipes de sus vivencias, nos muestra cómo ha buscado, qué caminos ha seguido.”En El Dominico blanco, la magia de la escritura es manifestada por las palabras siguientes:“Hablar en sentido espiritual es como crear. Escribir aquí en la tierra, es fijar lo efímero de un pensamien-to; escribir, con un significado espiritual, es grabar algo en la memoria de la eternidad. Leer aquí significa asimilar en sí mismo el sentido de lo que está escrito. Leer en el más allá, es reconocer las grandes leyes inmutables y actuar por el amor y la armonía.”

Este nuevo arco de tensión comporta también una nueva lucha. En El Ángel de la ventana de Oc-cidente podemos constatar que todo se deriva del principio: “es el camino el que te encuentra, porque tú no eres el camino”. Este hecho de ser encontra-do no libera al candidato del esfuerzo. Conocemos sin duda la paradoja expresada en la tan antigua sabiduría taoísta cuando habla del “wei wu wei”, que traducimos por ¡“actuar sin actuar”! Es el camino del medio, es el equilibrio sobre la cuerda tensa. Una plenitud de expe-riencias y un poder de discernimiento ejercido, son aquí condiciones previas exigidas. Se debe pues luchar y, sin embargo, no golpearse. Esta práctica de vida mágica debe finalmente condu-cir a lo que Meyrink llama: la transmutación de las luces. Lo que es fascinante en Meyrink, ya desde su primera novela, El Golem, es la temática en el co-razón de su arte. Ésta permanece invariable hasta el final. Los dos grandes temas son: el despertar del ser y la unión de lo femenino y lo masculino, es decir la unión del alma y el espíritu obtenida mediante un proceso alquímico.

Pernath, personaje principal en El Golem, llega a una actividad verdaderamente consciente después de la aceptada confrontación con su sombra. El libro se termina con la visión del hermafrodita, en el cual los principios masculino y femenino se funden uno en el otro. En otra novela, El Rostro verde, el despertar está formulado en la frase: “Él era aquí y allí un hombre vivo”. Vemos realizarse en el personaje principal “una santa unión”, unas bodas alquímicas. El hecho de que un personaje así enarbole simbólicamente una cabeza de Jano significa que puede estar simultáneamente aquí y allí, en el pasado y en el futuro, en la naturaleza y en la sobrenaturaleza. Sería fascinante considerar que el procedimiento de escritura de Meyrink se confunde con la reali-zación de su propia vida. Pero muestra claramen-te lo que impide esta transformación de las luces en el camino. Todo está relacionado con una transmutación del ego, como muy bien ilustra la cita sacada del cuento La Noche de Walpurgis. En este texto, Meyrink escribe la palabra “Yo” con mayúscula y explica de donde viene esta confu-sión que existe entre el pequeño yo, muy conoci-do de todos nosotros, y el gran “Yo”:“Desgraciadamente, como casi todo el mundo, ha-béis sido educado en este error, que consiste en creer que el Yo es vuestro cuerpo, vuestros sentidos, vuestra facultad de pensar, o Dios sabe qué otra cosa, y he aquí por qué ya no tenéis la menor noción de lo que realmente es vuestro Yo. El Yo, por así decirlo, pasa a través de los hombres; por ello estamos obligados a modificar todo nuestro modo de pensar para poder reencontrarnos en el Yo propio. ¿Sois francmasón, Excelencia? ¿No? Lástima. Si lo fuerais, sabríais que en ciertas logias, cuando el “Com-pañero” debe devenir “Maestro”, debe penetrar en el santuario del Maestro caminando hacia atrás. ¿Y a quién encuentra allí? ¡A nadie! Si encontrase a alguien allí, sería un “tú” y no el “Yo” que es el Maestro”. (cita extraída de La Noche de Walpurgis, cap.4 “En el espejo”).

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“sentimiento” de este Gran Hombre único y colectivo. Así las naciones serán reunidas según su naturaleza y su esencia propia y no según su domicilio, origen o lengua”.

Estas son palabras tan proféticas como actuales sobre la unificación del macrocosmos y del mi-crocosmos.El mensaje que Meyrink aporta en sus obras es evidente. El elemento clave es la espiritualiza-ción del género humano. La transformación de las luces en el hombre es la actividad crucial. Ello significa en la práctica, según Meyrink, que todo el que aspira al mundo espiritual debe actuar para transformar su ego en su verdadero “Yo”.El ego es una construcción mental, efímera, o sea mortal. Pero el Yo, escrito con mayúscula es el núcleo auténtico del género humano, inmor-tal. No se deviene inmortal, pues el núcleo espi-ritual nunca nació y tampoco puede morir.Cuando finalmente, la transformación se ha realizado en la mayoría de los cuerpos sutiles y sobretodo en el cuerpo causal o mental, se pro-ducen dos cosas, que nos parecen quizá curiosas, pero que sin embargo son naturales. La prime-ra, es el control de nuestro propio destino. La segunda, es el nacimiento o la formación de un “cuerpo glorificado”, también definido como el Vestido de Oro de las Bodas.Veamos ahora una aclaración sobre el control de nuestro propio sino. Al final de su vida, una última y gran prueba le esperaba todavía a Meyrink. Fue la muerte de su hijo Harro en circunstancias particularmente trágicas. ¿Murió él mismo de pena poco tiempo después? Según su esposa, no tuvo ya la voluntad de vivir. No se puede escapar a la prueba del destino, in-cluso siendo el maestro. Sólo queda la pregunta: ¿Cómo se puede soportar el golpe del destino? De hecho, es un momento crítico. Estamos en

Aquí de lo que se trata es de una transfor-mación de las luces. La luz del ego se apaga cuando la luz del Yo o del Sí mismo comienza a brillar. Ello conduce también finalmente al dominio real sobre la materia. Meyrink tuvo el valor de ir hasta ese punto, con el fin de mostrar que se podía llegar a ser el Maestro del propio destino. Así lo expresa él:“¡Cada cual es un instrumento! Lo que pasa es que lo ignoramos! Sólo el Yo no es un instrumento; él está en el Reino del Medio en donde posee su nombre propio. Todo lo demás es instrumento, como lo invisible es también el instrumento del Yo.”

La clave se encuentra en la transformación de los cuatro cuerpos del hombre, desde el más su-til al más denso. Cada hombre, en su propia vida interior, puede actuar a favor de esta transfor-mación de la luz.Esto sólo es posible con el método del “wei wu wei”, el “actuar sin actuar”. O como dice Meyrink:“Pon a un lado lo que es de tu cuerpo, entonces tu “Yo” puesto al desnudo puede comenzar a respirar como puro espíritu.”

La transformación o conversión no tiene so-lamente consecuencias para el individuo, sino también para toda la humanidad, considerada como un único Gran Hombre. En La Noche de Walpurgis podemos leer:“Hasta aquí, el gran bloque de la humanidad no era más que un conglomerado desordenado de granos de arena dispares. Ahora, el hombre no se reduce sola-mente a la forma que posee cada grano de arena, ¡lo que era hasta ahora! Adquiere la forma de un único hombre inmenso y prodigioso. Ahora, la creación del hombre se opera por vez primera a partir del aliento y la arcilla. Y los que son “mentales”, los que son serios y piensan verdaderamente, deben formar, juntos, su “cabeza”. Y los que son “hombres de sentimiento”, dulces, tiernos, contemplativos, meditativos, deben ser el

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condiciones de concluir que Meyrink soportó ese momento. “El Otro”, del cual él dice que escribía a través de él, “este ser oculto, este piloto”, se funde cada vez más en él. Pasajes precisos, que escribiera años antes a este respec-to en El Golem, devienen súbitamente reales. La escena del cambio de sombreros se realiza en su vida tras la muerte de su hijo. Ocurre lo mismo en el pasaje en el cual el rabino Hillel sonríe plácidamente tras la muerte de su mujer. Y Meyrink se pregunta asombrado: ¿Cómo po-día yo saber, mientras escribía esta novela, que existía algo semejante… que se realizaría?Él debía finalmente franquear con plena cons-ciencia la frontera de la muerte física, el aban-dono de la personalidad. Su mujer quedó muy impresionada por este acontecimiento: “Por la mañana, nos dice ella, colocó su sillón muy cerca de la ventana, contemplando el alba y el sol que ascendía por el horizonte… Se quitó la camisa y permaneció sentado, con el torso desnudo, los brazos separados, la cabeza dirigida hacia la ventana, mi-rando el sol elevarse expirando poco a poco… Murió de una manera tan hermosa, fue como una acción es-plendorosa…” (extraído de un texto comunicado por Julius G, Böhler, hijo pequeño de Meyrink, redactado conforme a la declaración de la viuda del escritor)

A su hija, que siempre se declaró atea, le había dicho:”Mira, no hay más que un Dios: ¡Cristo!”Sobre su tumba, que era también la de su hijo Harro, pidió que fuera grabado “Vivo” (1) que significa “yo vivo”. ¡Curioso aforismo para una piedra sepulcral!En cuanto al segundo aspecto de la resurrec-ción, a saber, la formación o nacimiento del “cuerpo glorificado” o “cuerpo de la resurrec-ción”, no se puede decir gran cosa, excepto el hecho de que su formación ya debe comenzar en esta vida. En El Rostro Verde, se dice respecto a esto:

“Sabemos que “el ser despierto” es el despertar del “Yo” inmortal y que el “no dormir” del cuerpo es la consecuencia natural”.

Y también: “Sabemos que nuestro espíritu debe entrar primero en la soledad, para que se pueda realizar un cuerpo magnificado. El cuerpo magnificado es el cuerpo que “no duerme”.

Para concluir, citemos una vez más a Meyrink:

“Cuando tu Yo invisible aparezca en ti como una realidad, tú lo reconocerás en que proyecta una sombra. Yo no supe quien era anteriormente hasta el día en que vi mi propio cuerpo como una sombra. Llegará un día en que los hombres proyectarán sobre la tierra sombras luminosas, y ya no horribles manchas negras como hasta ahora, donde se elevarán nuevas estrellas. ¡Contribuye, tú también por tu parte, a que la luz sea!”

1. NT. Este término es el original. No ha sido traducido.

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físicas, sino también las casualidades y las malas pasadas del destino. Meyrink declara, en su obra La transformación de la sangre, que los que piensan así son en esencia “los que, con orgullo e insistencia, afirman que ya son dueños de su voluntad”. Queda claro, pues, que nadie puede realmente tomar en sus manos su destino para hacerlo despegar o galopar, como le gustaba decir a Meyrink, si sus actos no se apoyan en un saber absoluto. Pues sólo el saber absoluto puede conducir a actos liberadores. Meyrink conocía la doctrina de Buda, y se puede percibir su eco en esta cita: “Saber, y des-pués no actuar, demuestra que no se sabe”. El saber absoluto, que permite traspasar los límites de la tercera dimensión, así como el actuar que ello conlleva, constituyen juntos el conocimiento del camino de la liberación. En sus escritos, Mey-rink aborda nociones que nos elevan, todavía hoy, por encima del espacio y el tiempo porque son nociones universales. Ellas tienen el poder de disolver las limitaciones de todo hombre y son verdaderas en todo tiempo y lugar. Pen-samos aquí en particular en las nociones que pertenecen a la alquimia liberadora.Una de las nociones clave de esta alquimia es la “disolución”. La disolución en sentido literal es

En su ensayo La Transformación de la Sangre, Gustav Meyrink señala la gran ignorancia de los filósofos occidentales, cuyos actos

no tienen como fundamento el verdadero saber. A este respecto dice:“Nuestros filósofos europeos han establecido teorías de una profundidad inaudita sobre la existencia, la vida y las manifestaciones del mundo visible. Han demostrado sus descubrimientos de manera lógica e incluso matemática. Pero, ¿cómo llegar a ser dueño de su destino? ¡Este camino, no lo han indicado! ¡Entre sus teorías y el justo comportamiento de vida hay un gran abismo!”

Los conceptos elaborados en abstracto no tienen el poder de conducir a los hombres a actos libe-radores, a actos que liberan del destino y la des-dicha. “Incluso Kant, nos dice Meyrink, no tenía el poder de aliviar un dolor de muelas”. Sin embargo, fue el filósofo más influyente desde Aristóteles, aunque dudaba que se pudieran franquear los límites del conocimiento sensorial.Muchos otros, al igual que Kant, consideran que es una locura confiar en cambiar nuestra na-turaleza condicionada y limitada por la de un hombre libre y superior capaz de dominar no solamente las enfermedades y pequeñas dolencias

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El no saber, el actuar y la alquimia ¿Cómo vencer al destino?

Hemos comprendido, durante nuestra anterior exposición, que para el hombre, la única manera de controlar su destino y atravesar los límites del espacio y el tiempo, es rompiéndolos él mismo. Ello exige la práctica del acto justo y esto último sólo es posible mediante el justo saber.

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generalmente un término relevante del dominio de la química. Pero, tomado en sentido figurado, se aplica al proceso de la alquimia espiritual. La disolución que Meyrink plantea, está igual-mente en relación con la fusión alquímica de lo femenino y lo masculino presentes en todo ser humano, tal como veremos más adelante. La pregunta fundamental es: ¿Cómo puede el ser cristalizado que somos disolverse fuera del tiempo en la conciencia universal, con el fin de poder engendrar, desde esta elevación, el acto justo, el comportamiento de vida que libera del destino? Para presentar la naturaleza exacta de este acto justo, podemos citar el pensamiento de Lao Tse: “Quien camina bien, no deja ninguna huella”. La disolución en sentido espiritual, consiste en actuar de manera siempre nueva, de tal forma que no dejemos huella alguna detrás de noso-tros; es elevarse en el “tiempo sin huellas” tal y como lo expresan Jan van Rijckenborgh y Catharose de Petri en sus comentarios al Tao Te King. La prueba de que Meyrink poseía un conoci-miento de primera mano así como una profunda sabiduría, puede constatarse en el cuento corto titulado El relojero. El corazón de esta historia es una reflexión de Meyrink sobre el tiempo. De manera magistral, este cuento nos describe lo que experimenta el buscador que, tras muchos titubeos y progresos, llega al límite de sus conocimientos y capacida-des propias. Lo que descubre entonces, Meyrink lo formula así al final del relato:

“El saber más elevado es no saber nada o summa scientia – nihil scire. Y la realización que resulta de ello es: “no saber nada da todo el poder o scire – omnia posse.”

En su texto La Transformación de la sangre, Mey-rink resume la impotencia del pensamiento occidental en estos términos: “No tenemos ni idea de la fuerza mágica que un pensamiento puede tener”. Podemos estar de acuerdo en que la mayoría de los filósofos no saben pensar de manera mágica,

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el destino. En este cuento, Meyrink llama al maestro carpintero que restauraba estos extraños relojes “el doctor relojero”. Si comprendemos bien lo que este reloj, su-puestamente loco, significa, si comprendemos su función en nuestra vida, entonces oímos, “en nosotros” como viniendo de una instancia su-perior, una voz imperiosa que dice: “¡Usted no debe querer saber! ¡El saber vivo viene solo!”. La voluntad egocéntrica de acceder al saber es denunciada como el enemigo mismo del verda-dero saber.El principio inicial del camino que debe aceptar nuestro ego, siempre hambriento de conocimien-to, es pues: “Sólo sé que no sé nada”. Mientras esta constatación preliminar no se haya adquirido, nuestra conciencia no puede encontrar la verda-dera dirección de la vida, y las agujas del reloj que marcan un tiempo nuevo no funcionan. ¡Es muy importante comprender la causa! Meyrink denomina la puesta en marcha de estas agujas “la curación del reloj enfermo”. Darse cuenta de que el mecanismo salvador de este reloj renovador ha cesado de latir en nuestros corazones, es comprender que nuestro destino no está en nuestras manos. Es saber que no sabemos nada. La toma de conciencia de que el otro reloj (el del tiempo nuevo) está parado, que está enfermo, libera en nosotros el entendimien-to que nos abre a la realidad superior de la vida. Para describir la esencia de este entendimiento, Lao Tse lo expresa en pocas palabras en el Tao Te King, en el capítulo 71, con las siguientes paradojas:

aunque entre ellos, algunos hayan tenido éxito en franquear la frontera del espacio tiempo. Pensamos por ejemplo en Giordano Bruno o en Baruch de Spinoza. La exigencia de Spinoza, pidiendo que considerásemos las cosas “bajo el aspecto de la eternidad” (sub especie aeternitatis) o “a la luz de la eternidad”, nos permite com-prender en qué condiciones puede realmente nuestra facultad de pensar devenir una fuerza mágica y dinámica en nuestras vidas.Tomando como principio inicial del camino el “no saber nada” para alcanzar mejor el “verda-dero saber”, Meyrink recupera el famoso escrito Docta Ignorantia o La Docta Ignorancia de Nico-lás de Cusa (1401-1464), filósofo escritor de comienzos del Renacimiento. Encontramos esta misma idea en el libro Las Bodas Alquímicas de Cristián Rosacruz, que data del siglo XVII, ex-presada así: “La suma de todo saber es no saber nada”. Todas estas citas nos llevan a Sócrates, el filósofo griego considerado el más sabio de todos ya que profesaba que: “Todo cuanto sé, es que no sé nada”. En el cuento de Meyrink ya citado, el relojero ha grabado, en la madera del extraño reloj hecho con sus manos, estas palabras en latín:”El saber supremo es no saber nada”. Meyrink dice que la gente del pueblo le llamaba “el loco”. Los relojes de este loco indicaban, en efecto, otro tiempo, un tiempo desconocido para nuestros relojeros habituales. Este tiempo se orienta hacia otra dimensión de la realidad, una dimensión muy superior a la que conocemos. El tiempo de la dicha está con-dicionado a la posibilidad de poder actuar sobre

No tenemos ni idea de

la fuerza mágica que un

pensamiento puede tener

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Conocer y no saberlo, ésta es la perfección.No conocer y estimarse sabio, éste es el mal.Conocer el propio mal, es liberarse del mal.

Los poseedores de un reloj orientado hacia el tiempo ordinario, consideran loco al relojero que posee el secreto de otros relojes. A continu-ación Meyrink esboza la necesidad de aprender a curar el mecanismo enfermo del reloj. Enton-ces se pasa a la fase siguiente: aquella en la cual el “ya no saber nada”, paradójicamente concede todo el poder. ¿De dónde proviene “todo este poder”?No hay más que una respuesta: proviene de la elevación a un “nuevo pensamiento”. Y este nuevo poder del pensamiento es la aurora del espíritu en nosotros. De manera equivocada la mayoría de los hombres toman el pensamien-to ordinario por el espíritu. No se entra en el verdadero poder del pensamiento, que consti-tuye la puerta hacia el espíritu, sin una trans-formación previa de nuestros cuatro cuerpos. En El Dominico Blanco, Meyrink expresa así esta exigencia: “El camino secreto hacia el renacimiento en el espíritu es la transformación del cuerpo y no la del espíritu”.

Esto está totalmente de acuerdo con el conte-nido de Las Bodas Alquímicas de donde Meyrink ha extraído la fórmula summa scientia – nihil scire.Transformar de manera alquímica el cuerpo, coloca a nuestra alma en condiciones de en-contrar el espíritu. En el lenguaje clásico de los

rosacruces, y conforme al texto bíblico, se dice que “el alma transformada por el renacimiento va al encuentro del esposo”. Se habla de ello como de un matrimonio alquímico porque se establece en lo sucesivo una viva colaboración entre el alma, presentada aquí como el principio femenino del ser, y el espíritu, presentado como su principio masculino. Por y en esta unión per-fecta, el hombre verdadero, original, puede ma-nifestarse. Nuestro vehículo corporal es la base (mejor dicho, el crisol) de este trabajo. Solamen-te cuando el cuerpo se transforma realmente, en toda su sangre y en todos sus fluidos, es posible esta reunificación del alma con el espíritu, o sea una nueva síntesis vital, de esencia espiritual.La sangre es la imagen irrecusable de nuestro estado de ser. Cuando la sangre cambia bajo el efecto de una nueva comprensión de la vida y su objetivo, la nueva alma nace. Esta nueva alma puede ir al encuentro de su esposo, el espíritu. El proceso alquímico así impulsado es llamado “el Arte real”. Meyrink sólo concibe su trabajo de escritor con el propósito de hacer de este Arte real el núcleo de sus obras. Meyrink lo expresa así: “Un artista es un hombre cuyo cerebro espiritualizado ha alcanzado la capacidad mágica de actuar sobre lo corporal. Como en el caballero Jorge, el espíritu ha recibido todo el poder sobre el dragón.”

Utilizando la alegoría de la pesada, continúa: “Si se coloca a un artista semejante sobre uno de los platos de una supuesta balanza para medir el espíritu de un ser, el plato de la balanza se inclina en seguida,

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actividad muy dinámica. A veces expresamos metafóricamente esta unión alquímica como si fuera la del hombre y la mujer. Es solamente una metáfora.Meyrink dice en El Rostro Verde, a propósito del “puente de la vida” que hemos de atravesar:“Si un hombre consigue atravesar el “puente de la vida”, significa una suerte para el mundo entero. Es casi más que si le hubieran ofrecido un redentor. Una sola cosa es necesaria. Un hombre solo no puede al-canzar este objetivo; para ello necesita una compañera de vida. De hecho, únicamente es posible por la cola-boración de las fuerzas masculina y femenina. Aquí se esconde el sentido secreto del matrimonio, que se perdió para la humanidad desde hace milenios.”(p.144)

Podríamos dejarnos seducir por la hipótesis de que se tratase del aspecto biológico del matri-monio, y de que atribuyese a este matrimonio un carácter liberador. ¡Pero no! La verdadera compañera de vida en la que piensa, es el alma. Solamente ella, en su forma purificada puede atravesar el “puente de la vida”. Desde las Bodas espirituales de Ruysbroeck, Las Bodas químicas de Valentín Andreae y La Flauta mágica de Mozart, sabemos que la preparación para la unión del alma con el espíritu, la elevación para la ”co-laboración de la fuerza masculina y la fuerza femenina” no se obtiene sin purificación y exa-men interior, sobre todo de la fuerza femenina. Sin esta purificación previa, el alma no podría ir al encuentro del esposo.El encuentro del alma con el esposo implica un proceso interior y corporal, a saber, el de las

por el peso del artista. Entonces sabemos y podemos decir: el espíritu de ese ser está revestido del manto de oro.”

Meyrink denomina a estos hombres “los un-gidos”. En el libro Las Bodas alquímicas de Cristián Rosacruz, vemos a Cristián Rosacruz, que coloca-do en uno de los platos de esta balanza del juicio, pesaba tanto, a causa del espíritu que había en él, que todos los contrapesos que había en el plato opuesto, no pudieron levantarlo: incluso después de que otras personas hubieran subido al plato, el “peso espiritual” de Cristián Rosacruz seguía siendo todavía demasiado pesado.Al citar este texto de las Bodas Alquímicas, Meyrink quiere atraer nuestra atención hacia la nueva luz, la que ha nacido de la transmutación de las luces del ego. Cristián Rosacruz posee, si se puede decir, ¡un “peso de luz” muy superior al peso de la gravedad terrestre! Con esta abundan-cia de fuerza de luz, el artista real va a comenzar las bodas químicas. Al final, cuando las Bodas van a comenzar, Cristián Rosacruz proclama una vez más: “Todo cuanto sé, es que no sé nada.” ¡Mo-destia absoluta al no atribuir a su yo ningún sa-ber! Regresemos a la fórmula que Meyrink pone en boca del relojero: “Ustedes no deben querer saber nada, el saber vivo viene por sí mismo”. Esto, cierta-mente, no quiere decir que “venir por sí mismo” nos reduzca a una pasividad total.Para comprender este punto, hay que volver a la unión alquímica de lo masculino y lo feme-nino, porque esta unión, aunque expresada bajo una apariencia romántica, no deja de ser una

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el factor esencial que lo ha hecho posible es la renovación del cuerpo del deseo, su transforma-ción definitiva.De los cuatro cuerpos que forman nuestra per-sonalidad, es justamente este cuerpo de deseos o cuerpo astral el que exige la más urgente transformación. En cierto sentido, somos lo que deseamos, y esto es también lo que irradiamos. El cuerpo del deseo o cuerpo astral purificado irradia alrededor de nosotros como un manto de oro, y este último es el resultado de un proceso alquímico.En el lenguaje alquímico, este nuevo cuerpo de deseos es designado, en efecto, como el oro… el oro nacido de la transformación del plomo de nuestra naturaleza ordinaria… También se le denomina el sol de oro. Así vestido con este nuevo cuerpo astral radiante, se puede decir que el ser humano lleva el vestido de oro del sol. Meyrink retoma estas fórmulas tan conocidas de los alquimistas espirituales.Así pues debemos transformar todos nuestros cuerpos. Y eso quiere decir “lavar nuestros vestidos y revestirnos de blanco” para ir al en-cuentro del espíritu. Ese es el sentido secreto de la idea de un matrimonio químico que se perdió hace milenios.Para realizarlo, necesitamos el cuerpo tal y como nos lo proporciona la vida física de aquí abajo. El trabajo debe ser comprendido y comenzado durante la vida. A juzgar por el diario íntimo de Meyrink de fecha 7 de Agosto de 1930, diario que debemos considerar como su última palabra creíble, Meyrink bebía de

Bodas químicas. Aquí reside la paradoja. En un matrimonio, se habla de la unión de la esposa y el esposo, mientras que en química, los elemen-tos confrontados se unen, luego y según el prin-cipio alquímico de transformación se separan y aparece un nuevo elemento. En paralelo, podría-mos decir que la química que se opera entre el hombre y la mujer desde su unión, es un proceso interior y corporal que puede permitir renacer al Espíritu.Antes que Meyrink, a finales del siglo XIX, el filósofo ruso Vladimir Soloviev indicó de mane-ra más precisa, en su escrito Sobre el amor, cómo actúa la colaboración entre las fuerzas masculina y femenina. Él examina esta colaboración a nivel de los cuerpos sutiles, a saber a nivel del cuerpo mental, astral y etérico, y no sólo a nivel del cuerpo físico.Constatando la existencia de una estructura polarizada en cada uno de estos cuerpos, Solo-viev señala que esta polaridad es diferente en el hombre y la mujer, y en consecuencia habla de una oposición entre ellos. Pero en el lenguaje esotérico, más bien se habla de facultades con “polarización inversa”. En las Bodas alquímicas del alma y el espíritu, la colaboración de las energías masculina y femeni-na, como fuerzas inversamente polarizadas, debe efectuarse a nivel de todos los cuerpos. La síntesis de esta colaboración realizada a nivel de los cuatro cuerpos del ser humano, hace que aparez-ca un cambio asombroso en el aura: esta nueva aura es llamada poéticamente “el vestido de oro de las bodas; es el alma nueva. Destaquemos que

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podrá ayudar. Él será entonces el iniciado y yo partici-paré de su iniciación, si alguna vez se realiza, sola-mente cuando se una a mí. Pues efectivamente él es mi yo más profundo y más esencial. “Él debe crecer y yo debo disminuir”. Éste es el sentido de las palabras del Bautista. Pues finalmente es ÉL… él, mi alma, él, el hombre alma, quien va al encuentro del esposo”.

Referencias:

La transformación de la sangre, Gustav Meyrink

Traducción de los capítulos del Daodejing: IrJ.K.A. Blok.

Tao Te King. Ed.Deventer, sin fecha.

El Dominico blanco, Gustav Meyrink.

una inspiración innegablemente cristiana. En él leemos lo siguiente: “No nos debemos transformar con el yoga, sino que debemos construir a Dios en nosotros, o dicho en términos cristianos: ¡no debemos seguir a Cristo sino que debemos bajarlo de la cruz!” Y el hombre que desde el interior descubra el sentido de la voz podrá decir: “Debo pues coronar el antiguo hombre que siempre veo venir a lo lejos, revestirlo de púrpura y hacerlo el maestro de mi vida. ¡Le veo ahora coronado y vestido con un manto púr-pura! Cuanto más perfecto se vuelva, más pronto me

Der Golem. Litografía de Hugo Steiner-Prag

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Su manera de escribir, sus conceptos, las imágenes por medio de las cuales se expre-sa así como los acontecimientos evocados

en sus diversos escritos, son sin ninguna duda el eco de su época. Asimismo, su descubrimien-to acerca de la relación entre el ser ordinario y el ser verdadero y también sobre la manera de cambiar nuestro destino, tiene un gran valor para aquéllos que hoy se esfuerzan en responder a la pregunta: ¿Quién soy realmente?En efecto, las épocas son diferentes, pero las anima un mismo espíritu. La búsqueda de un ser humano sobre el sentido espiritual de la vida no está influida solamente por factores personales, sociales o culturales, sino también en gran medi-da por el espíritu de la época en la que vive.En este punto, podemos constatar una analo-gía significativa entre nuestro tiempo y el de Meyrink. Desde aproximadamente el año 1970, ha aparecido y se ha desarrollado entre nosotros una nueva forma de espiritualidad. Se la deno-mina la “New Age”, una espiritualidad al margen de las organizaciones eclesiásticas tradicionales. La elección de un camino espiritual es ahora un tema totalmente personal y este estilo de vida está actualmente estrechamente unido a la cultu-ra contemporánea bajo todo tipo de formas.

Ya en tiempos de Meyrink, se manifestaron análogas formas de pensamiento y de compor-tamiento entre los artistas y los intelectuales de renombre. Destaquemos en particular el interés manifestado en esta época por el espiritismo y por el movimiento teosófico. Estos dos movi-mientos experimentaron una fuerte expansión en Europa occidental y en Estados Unidos. Esta concordancia de intereses por ciertos estilos de vida no puede explicarse por circunstancias sociales más o menos parecidas, pues éstas eran claramente diferentes. Se debe buscar la causa en un desarrollo subyacente de otro orden: el inicio de la era de Acuario es el eslabón que une a Meyrink con los buscadores actuales.El significado y el tipo de este desarrollo sub-yacente nos remiten a los ciclos astrológicos cósmicos. Cosmológicamente, desde la mitad del siglo XIX, la humanidad se desplaza progresiva-mente de la época de “Piscis” a la de “Acuario”. El periodo de Acuario comienza aproximada-mente en 2100. Todo periodo conoce fases de crecimiento, de auge y de declive en función de las influencias crecientes y decrecientes de las constelaciones. Podemos hablar de un solapa-miento de cientos de años entre periodos que se suceden. La era de Acuario se caracteriza en

La cadena de los vivos El Cristo en mí debe liberarse y yo debo disminuir

Probablemente conocemos esta frase evangélica; en ella se encuentra expresada la esencia de lo que Gustav Meyrink descubrió al término de su búsqueda. A los 24 años había comprendido ya que en el hombre podían existir dos formas de consciencia de naturaleza radicalmente diferente. Relató su experiencia en sus cuentos, sus artículos y sus novelas.

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el terreno espiritual por elementos claramente reconocibles. Así, entre otras cosas, la humanidad aspirará más y más a la libertad espiritual. Todos vamos a descubrir la necesidad de unirnos a los planos espirituales del ser y de dar vida y forma a la relación con lo superior por medio del alma, es decir, por la búsqueda de una consciencia superior.Por todo ello, el desarrollo espiritual es, en adelante, responsabilidad directa del propio ser humano y ya no la de un sacerdote o un pastor. De este modo la influencia preponderante de la Iglesia va a disminuir y, en la vida social, lo espiritual será un factor más importante.

DOS FORMAS DE CONSCIENCIA Esta influencia de Acuario ya manifiesta en tiempos de Meyrink engendró una nueva visión de la vida y de la muerte, así como una nueva concepción de la misión del hombre en esta existencia; concepción y visión más fuertes que la adhesión otorgada a los dogmas de las iglesias tradicionales. En lo que se refiere a la estructura del hombre y del mundo, el espiritismo y la teosofía intro-dujeron una visión fundamentalmente nueva y también otra representación de la existencia de un mundo invisible que no corresponde de ninguna manera a la imagen ordinaria y familiar del Cielo. En la época de Meyrink, la teosofía atrajo especialmente la atención sobre el hecho tan importante de las dos formas de consciencia en el hombre.Esta concepción era diametralmente opuesta a la visión de los adeptos al espiritismo. Para estos últimos, después de la muerte el ser humano continuaba viviendo bajo un aspecto supuestamente espiritual, en otro mundo, al otro lado del velo. Ellos pensaban que sólo moría el cuerpo y que la consciencia del ser humano continuaba existiendo en una envoltura perceptible por los participantes en las sesiones espíritas. Contra-riamente, la teosofía afirmaba que existían dos

estados de vida y dos mundos: la vida de este lado y la vida del otro lado del velo. Afirma-ba que de hecho existen en el ser humano dos formas de consciencia diferentes, a saber la de la personalidad efímera, limitada y la del ego.El ego es como un actor en escena que des-empeña diferentes papeles en diferentes obras de teatro. Estas diferentes obras significan las sucesivas encarnaciones, el ego asume diferen-tes personalidades. No es pues admisible que la consciencia ordinaria de la personalidad asumida perdure después de la muerte.

MEYRINK Y SUS CONTEMPORANEOS Éste es el marco en el cual debemos situar la búsqueda de Meyrink. Él quería comprobar si efectivamente existían dos campos de existencia diferentes, es decir si existía una o dos formas de consciencia. En caso positivo, cuáles eran su significado y su relación y las consecuencias que se podrían sacar para la conducta de vida.No era el único en plantearse tales preguntas. Otros profundizaron también en ellas, como por ejemplo Rudolf Steiner (1861-1925) y Bô Yin Râ (seudónimo de J.A. Schneiderfranken, 1876-1943). Rudolf Steiner fundó el movimiento antroposófico. Bô Yin Râ no creó ninguna orga-nización pero dio a conocer su trabajo por medio de escritos que congregaron a un gran número de adheridos. Meyrink lo conoció hacia 1917.

MOTIVOS DE LA BUSQUEDA DE MEYRINK Meyrink comenzó su búsqueda a la edad de 24 años, cuando se preparaba para poner fin a sus días. Sobre este tema escribía en su diario íntimo:“Quería hacer la travesía del Estigia, quería apagar la llama de mi vida pues el porvenir me parecía banal, sin valor y cruel”

En ese momento llegó a sus manos de forma significativa según él, un escrito comprometi-do que llevaba por título Sobre la vida después

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de la muerte. Este texto evocaba las experiencias de conocidas personalidades confrontadas con apariciones paranormales. Desde ese instante se operan en él dos cambios radicales. Primera-mente, un imperioso deseo de comprobar por sí mismo la existencia de las apariciones paranor-males mencionadas en el pequeño escrito y de analizar su autenticidad, así como lograr cono-cer las causas. En segundo lugar, se da cuenta por primera vez en su vida que una voz habla en su interior.Durante el sueño que siguió a la lectura del panfleto, oyó una voz, como un sueño sin imágenes. Al despertar, se percató de que era él mismo, sus propios labios habían hablado. La voz decía: “De esta manera no se atraviesa el Estigia” Fue así como descubrió que efectivamente exis-tían dos formas de consciencia presentes en él.Lo esencial en la búsqueda que emprende Meyrink desde ese momento es que está im-pulsado, conducido por esa voz. Esa voz que él denominaba “el piloto”. Una voz que se hacía visible para él en forma de figura disimulada, a la que ya nos hemos referido como “ser oculto”.El impulso de esta voz siempre guió a Meyrink. Incluso cuando encontraba una concepción de la existencia o un método para el desarrollo in-terior, siempre continuaba buscando. En ciertos momentos de su vida tuvo la experiencia de haber perdido el control, pero el ser oculto lo guiaba.Mantuvo siempre un espíritu crítico, se docu-mentó en un amplio abanico de ámbitos y obtu-vo así un enorme conocimiento de las ciencias secretas. Esta actitud crítica no era únicamente una consecuencia de su carácter, era también una característica de la época, una aproximación a lo oculto por las ciencias naturales. Se quería dar la prueba de lo invisible para que el hombre occidental materialista pudiera aceptarlo. En este mismo sentido, Steiner hablaba del enfoque científico de la Ciencia Espiritual.

H.P. Blavatsky y Bô Yin Râ (Joseph Anton Schneiderfranken)

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nos la existencia de lo invisible. Pero en su obra En la frontera del más allá escribe: “A causa de los impostores el espiritismo no podrá convencer al mundo de su existencia.”

EL YOGA: LA ASPIRACION A TRANSFORMARSE POR MEDIO DE EJERCICIOS En su práctica del ocultismo, Meyrink descubrió también que existían técnicas por las cuales el ser huma-no podía desarrollar su consciencia de forma que podía ser consciente a la vez de éste y del otro lado del velo. Afirmaba que la consciencia diurna se volvía una con la voz interior, el ser oculto.El espiritismo es sin embargo muy limitado. Su único objetivo es conocer, en el transcurso de sesiones mediúmnicas, las apariciones del mun-do del más allá.Descubrió el yoga como otro medio de acceso y otra puerta de entrada al campo de lo sobre-natural. Ejercitándose por medio de técnicas, se puede adquirir la capacidad. Lo que le intere-saba especialmente del yoga, era la idea de que el ser humano podía transformarse a sí mismo por medio de ejercicios. Esto le abría una nueva perspectiva de vida. En efecto, esta idea sintoni-zaba con su visión según la cual el ser humano es transformable y debe cambiarse a sí mismo. Una de las conclusiones de Meyrink sobre el yoga fue la siguiente: “El yoga es la levadura de la filosofía y la filosofía es la harina y el agua. La transformación en la sangre”.Con eso quería decir que por los ejercicios el ser humano puede transformarse física y síqui-camente y, como consecuencia, modificar su destino. Según él, solamente por el estudio de la filosofía y la comprensión razonable no se puede transformar al ser humano.En el transcurso de esta intensa búsqueda del conocimiento por la vía del yoga, que duró numerosos años, se perdió varias veces en la multitud de métodos y consejos recibidos.

VISION AMBIVALENTE SOBRE EL ESPIRITISMOMeyrink comenzó su búsqueda por el espiritis-mo. Durante las sesiones espíritas pudo constatar que en efecto existían fuerzas sobrenaturales. Ciertas apariciones que veía eran auténticas, por lo que llegó a la conclusión de que efectivamen-te existía otro mundo del otro lado. No obstan-te, se cuidó de deducir que el espiritismo fuera la puerta que le permitiera conocerse. ¡Nada le aportaba esa prueba! Comprobó que había mu-chísimas imposturas, que muchos médiums eran incompetentes y que a menudo no sabían con quien o con qué entraban en contacto durante las sesiones.En sus escritos Meyrink subraya los aspectos negativos y peligrosos del espiritismo, tanto para los participantes en las sesiones como para los propios médiums. También conocía los comenta-rios de las experiencias de otras personas sobre el tema, entre otros de Paracelso. A pesar de sus limitaciones Meyrink otorgó al espiritismo un gran valor, pues éste probaba a los seres huma-

Der Golem. Litografía de Hugo Steiner-Prag

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Dudó a menudo del camino a tomar para poder practicar el yoga de la manera justa. ¡Duran-te esos momentos de duda el ser oculto no se mostraba! Pero de manera insólita le pasaban cada vez más libros sobre el yoga o bien entraba en contacto con seres que podían ayudarle a ir más lejos. Una de estas situaciones se describe por ejemplo en El Ángel de la ventana de Occiden-te, donde el anticuario Lipotino aporta sin cesar nuevos métodos o diversos objetos al personaje principal. Meyrink no pudo determinar la razón de estos contactos inesperados debidos o no al azar. Fue un practicante asiduo del hatha yoga no des-provisto de espíritu crítico. Su conclusión en lo concerniente al yoga indio fue que no había buenos instructores en el mundo y que existía mucha literatura de calidad mediocre sobre el yoga lo cual no permitía practicar este arte co-rrectamente; añadiendo que no todos los siste-mas de yoga podían ser recomendados.Esta afirmación, según él, podía hacerse extensi-va a todas las otras técnicas ocultas. La práctica del yoga indio y de técnicas ocultas le provocó repetidamente graves perturbaciones y alteracio-nes físicas, a pesar de estar prevenido por toda clase de lecturas y de instrucciones.El camino del yoga no le aportó finalmente lo que él buscaba: el acceso al mundo del otro lado, al más allá, de acuerdo con la voz, con el ser oculto.Se tiene la sensación de que Meyrink estuvo bien protegido de las desastrosas consecuencias que provocan la práctica del yoga y de otras técnicas ocultas. Esto se debe en parte a la influencia del ser oculto que le prevenía en los momentos críticos y en parte a su carácter libre que le impedía supeditarse a otros.En La transformación en la sangre, escribe: “Aquél que se fía de otros es un ser perdido, incluso si los otros son dioses.”

EXPERIENCIAS CON EL YOGA CRISTIANO En el transcurso de su búsqueda del verdadero instructor de yoga entró en contacto con uno que enseñaba el yoga cristiano. Hasta enton-ces Meyrink se había mantenido alejado de los grupos cristianos, debido a la poca afinidad que tenía con ellos. Pero al igual que tenía dudas en ciertas situaciones de la postura a adoptar frente al yoga indio, tampoco sabía si debía continuar con este instructor. Había una señal en sus sue-ños pero no lograba interpretarla. El ser oculto tampoco aparecía para ayudarle en medio de su dilema. Ignoró su incertidumbre y se compro-metió con ese maestro. Éste le enseñó una técni-ca de mantra-meditación por la cual “el verda-dero saber” podía liberarse en el corazón. Esta técnica debía conducir al alumno a la obtención del cuerpo de la resurrección de Cristo y, por este medio, a la vida eterna. Como prueba de este hecho, los signos del crucificado debían ha-cerse visibles. Para realizar dicha transformación de sí mismo, hacía falta la intervención de “algo de arriba”. Por ese “algo de arriba” el maestro designaba a Jesucristo resucitado, que había ven-cido a la muerte. Los candidatos debían guardar siempre su imagen ante sus ojos. Sin embargo, la imagen evocada no era la de Jesús clavado a la cruz, pues eso habría significado que continuaba sufriendo.Debido a la falta de afinidad con el concepto cristiano de la vida, los trece años durante los cuales Meyrink practicó esta técnica fueron un camino de sufrimiento. No obstante, sacó una importante conclusión: la transformación del cuerpo y del destino del ser humano no puede realizarse únicamente por la técnica del yoga, puesto que la intervención de ese “algo de arri-ba” es necesaria. Este “algo de arriba” era para Meyrink el equi-valente del reconocimiento de la voluntad del ser oculto. ¡Y esto era lo esencial! ¡Qué expan-sión de su concepción! La aspiración a la unidad

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razón, rehusó también practicar el bhakti yoga.Lo más alto vivía entonces en él. No obstante, tuvo la experiencia de que no podía controlar la voz, el ser oculto, con su consciencia ordinaria. No lograba llamar por sí mismo a esta voz, a esta ayuda. No parecía estar al alcance del poder de su voluntad. Su aspiración a ver y a inter-pretar las señales del ser oculto exigía de él una gran vigilancia. Pero también aquí comprobó su impotencia: le faltaba la capacidad de interpretar las circunstancias.Cuando no lograba reconocer las señales, él podía decir que “la vida misma se coloca entre mi ser y el “ser oculto” para dar alguna explica-ción”. La vida hablaba otro lenguaje. En el libro La transformación en la sangre, leemos: “Él men-tía y para que no pareciera que mentía, decía la verdad algunas veces”. Con esta conclusión, una nueva fase de vida comenzó para Meyrink. Hasta 1917, había estudiado y practicado mu-chísimas cosas. En poco tiempo, había vivido y concentrado experiencias múltiples y alcanzado una profunda comprensión.

MEYRINK Y BÔ YIN RÂ Meyrink encontró el ca-mino hacia la unión completa de la consciencia ordinaria con la voz, el ser oculto, por medio de Bô Yin Râ, a quien conoció entre 1915 y 1917. Este contacto fue muy importante para Meyrink y contribuyó a determinar en gran medida su concepto de la vida después de 1917. Bô Yin Râ buscó desde su juventud el ser humano superior. En la Logia blanca donde entró Meyrink hizo algunos descubrimientos.

en el ser humano y la eliminación de toda for-ma de esquizofrenia. Meyrink, primero incons-ciente y luego conscientemente, quería estable-cer una unidad entre la voz del ser oculto y la voz de la consciencia ordinaria. La palabra yoga significa “devenir uno”. Buscaba de manera des-interesada y aspiraba a alcanzar la mayor pureza en el pensamiento, el deseo y el sentimiento.Se lanzó a empresas extremas haciendo caso omiso de los grandes riesgos físicos y síquicos. Pero al mismo tiempo era prudente. Conocía las palabras del Buda: “Mantente consciente siem-pre”. Quería evitar todo lo que le podía llevar al desdoblamiento de la personalidad, puesto que le desviaba de su objetivo. Aprendió por la experiencia del yoga que la unidad entre la consciencia de vigilia y el ser oculto sólo se podía realizar por etapas.En un principio aspiró a la unidad de su cons-ciencia ordinaria. Pensamiento, deseo y senti-miento debían concordarse. Tuvo que aprender a protegerse contra las influencias exteriores. Seguidamente, aspiró intensamente a la unión de la consciencia diaria con el ser oculto. Así pues, ya no buscaba “lo más alto” al exterior de sí mismo, sino en su interior. Lo divino en él debía ser el sujeto y no el objeto; no debía ser sepa-rado de su propio ser, pues esto era huir de la realidad y conducía a la esquizofrenia. Ésta era su opinión sobre este tema. Por ejemplo, la as-piración de los budistas a dejar este mundo era para él una forma de esquizofrenia, así como el punto de vista de la Iglesia que enseña que Dios está en alguna parte en el cielo. Por esta misma

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la fase siguiente, el alumno aprende a escuchar lo que se manifiesta en su corazón. Esto exige la máxima concentración del pensamiento. Una ayuda importante es la meditación de la palabra de la Escritura Santa. Esta es también una forma de mantra-meditación. Al final de esta fase el brote se abrirá. Es el momento en el que el Es-píritu, en tanto que Dios nacido en el hombre, toma forma. La consciencia ordinaria se fusiona con la nueva consciencia. El hombre renacido avanza bajo la égida de su propio Dios interior. Desde ese momento prosigue su camino en los dominios de lo Eterno. Este progreso ocurre en el propio ser, el ser interior del ser humano. En esta situación, ya no se trata de reencarnación para el adepto. Sólo se reencarnan aquéllos que quieren volver a la Tierra en tanto que adep-tos. Si un ser humano no recorre ese camino de transformación interior y de elevación en la eternidad durante su vida, será acogido en el otro lado del velo en un estado de consciencia de sueño. Será despertado un día y colocado ante la exigencia de recorrer un camino de de-sarrollo de la consciencia.

En una carta del 20 de Abril 1917, Meyrink escribía sobre ese camino:

La única cosa que vale la pena buscar es el “yo” más interior, el yo que somosy que siempre hemos sido, sin saberlo.Ese “yo” es siempre la causa, es puro espíritu,libre de la forma, del tiempo y del espacio,con los cuales se asoció de forma aún fragmentaria.Usted está unido a él, pero en principio sólo potencialmente, todavía no conscientemente.Si deviene consciente de ese “yo”,mientras que aún posee una envoltura animal,la magia de la palabra está a su disposición…Al principio, es el camino más interior el que debe ser recorrido…”

Era un grupo de adeptos, de sacerdotes perte-necientes al Templo de la Eternidad establecido en el Himalya. Estos adeptos indicaban un camino de desarrollo interior al hombre que aspiraba a un crecimiento espiritual y le ayuda-ban a recorrer ese camino.Cuando el candidato había adquirido una cierta pureza de la voluntad y estaba libre de deseos egocéntricos, se producía una unión entre el adepto y el candidato. Ante los ojos de este úl-timo aparecía entonces una flor de loto provista de un brote en el estanque del templo de la eternidad. El adepto que observaba esto en su alumno, podía constatar por el crecimiento de la flor de loto el progreso de su consciencia. El encuentro entre maestro y discípulo no es un encuentro físico, corporal. El adepto es una ayu-da invisible. Puede hablar al buscador con una voz o bien aparecérsele en imágenes y aconse-jarle en situaciones críticas.En lo que respecta a la aparición de un adepto, Meyrink escribe lo siguiente en una carta fecha-da el 4 de Julio 1917:

“Más tarde aparece el “guía”, un hombre como uno mismo.Casi uno mismo, igual que un rostro que usted vislumbraría,Una vibración provocada mágicamente por su ser espiritual.En esta vibración, su mensaje sonoro se formaaparentemente en su boca.Sin embargo, sólo su alma (*) es el puente de donde viene…”(*) N.T. “la del discípulo”

En ese camino de desarrollo, el buscador con ayuda de su voluntad personal debe someter los numerosos movimientos de la voluntad que actúan en su alma y fundirlos en una unidad. Una vez realizada esta unidad, aparecerá un brote sobre el loto del estanque del templo. En

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Nosotros no debemos transformarnos por el yoga,sino que debemos por así decirlo erigir un Dios en nosotros.Dicho en términos cristianos: no debemos seguir a Cristo, sino que debemos bajarlo de la cruz.”

Meyrink era una personalidad compleja de una gran profundidad espiritual. Sus artículos y su obra literaria nos dan sin embargo una imagen incompleta. La única conclusión que puede sacarse de este “descubrimiento” aparentemente súbito de la venda cayéndosele de los ojos, es que la comprensión había crecido en él, sin que se diera cuenta.El crecimiento de esta comprensión podría ser resumido así. Al comienzo de este desarrollo, él practica sobre todo los ejercicios del hatha yoga, pero experimenta que no le conducen a la meta deseada. Después aprende que prac-ticando el yoga cristiano, “algo de lo alto” es necesario. Identifica ese “algo de lo alto” con las directrices del ser oculto. Finalmente Bò Yin Râ le revela a Dios-en-el-hombre y la necesidad de unir su consciencia con ese Dios interior. Esto debía hacerse, según Bô Yin Râ, por medio del raja yoga. Pero en esta fase de su vida, ante un porvenir prometedor que podría alcanzar con sus propios esfuerzos, se da cuenta que no es el yo, en ninguna de sus formas, el que debe ser objeto de todos los esfuerzos. Esto se desprende del siguiente texto:

“Era a la inversa, y hasta hoy también la causa de todos mis sufrimientos, pues yo no sabía exactamente cómo se realizaba esta unión y creía: “Debo perfeccionarme yo y no Él”¡Ahora sé también por qué el viejo hombre se quedaba estático, como una imagen! Porque yo trabajaba naturalmente para mi yo y no para Él.”

Para la primera impresión de la edición de la obra El libro de Dios vivo de Bô Yin Râ (1919), Meyrink escribió un prefacio entusiasta. Pro-bablemente había leído el manuscrito ya unos años antes de la publicación. El concepto de la vida según Bô Yin Râ, mostró a Meyrink el siguiente paso lógico que tenía que dar. Le dio alas a su búsqueda que hasta entonces se había limitado a devenir uno con el ser oculto. Para él, el objetivo primordial se precisó: se trataba de encontrar el camino que le condujera a la voz, al ser oculto, para así poder vivir el naci-miento del Dios en él. La consciencia ordinaria se fusionaría entonces con la consciencia espi-ritual. En este nuevo estado de ser, el hombre es consciente tanto en la tierra como en el ám-bito de lo eterno. Esta es la meta que Meyrink tenía ante sus ojos, aún cuando al principio la redujera a una aspiración por devenir conscien-te en el país del más allá, tal y como lo conci-ben los espíritas.La relación entre el hatha yoga y el raja yoga debieron también interesarle. En la primera fase de desarrollo, la voluntad sirve de medio y en la segunda fase se precisa la orientación silenciosa del corazón.En una carta del 12 de Agosto 1917, lo dice cla-ramente: “La segunda fase no es el hatha yoga, sino el raja yoga: todo debe ocurrir como algo natural, sin coacción y sin crispación.”Podemos suponer que el concepto de la vida y los métodos de Bò Yin Râ sirvieron de base a Meyrink para su desarrollo posterior durante bastantes años, probablemente hasta 1930.

EL FINAL DE LA BUSQUEDA

“Hoy, 7 de Agosto 1931 (o 1932) a las 10 de la mañana, después de una noche de dolores insoportables, fue como si se me cayera la venda de los ojos, y ahora sé lo que el sentido de toda vida es en verdad.

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menciona que se puso a escribir novelas y cuentos para poder atraer la atención sobre la forma del ser oculto o, como él lo describió: “el hombre reconocible detrás de los bastido-res de la vida”. Es competencia del lector el evaluar por sí mismo, según su propio estado interior, el contenido de la obra de Meyrink de manera tan crítica como lo hiciera el propio Meyrink .

EL SIGNIFICADO DE MEYRINK EN NUESTRA EPOCA En la actualidad, tan cerca del co-mienzo efectivo de la era de Acuario, la influencia de las fuerzas cósmicas puede ser aún más y más claramente perceptible que en tiempos de Meyrink. Esas fuerzas dan la posibilidad a todo hombre de efectuar la unión con el Cristo interior. No obstante, los que tratan de dar una forma a su camino espiritual personal, son confrontados con la dificultad de elegir. ¿Qué concepto de la vida, qué método coincide mejor con lo que se siente interior-mente como una llamada? ¡La elección no es fácil! Ya el simple hecho de elegir entre la tan extensa literatura no es tan evidente. Este pro-blema existía ya en los tiempos de Meyrink. Se refiere a este tema en el prefacio de la obra El libro del Dios vivo:

Así pues la unión final tan deseada con el ser oculto no podía obtenerse por ninguna coac-ción.

Cuanto más perfecto se vuelva, más podrá ayudarme.Él es ahora el iniciado y yo participaré solamente cuando se una a mí, siempre que eso sea posible,pues de hecho Él es mi yo más profundo, el más esencial.“Él debe crecer y yo disminuir”Éste es el sentido de las palabras del Bautista.”

Con estas palabras: “Él es mi yo más profundo y el más esencial”, Meyrink se aparta resueltamente del concepto de la vida de Bô Yin Râ. Además, comenta así esta ruptura: “Bô Yin Râ lo interpre-taba así: ¡Deberíamos devorar inmediatamente todo lo que encontremos y de esta manera nutrirnos! Pero es justamente a la inversa.”Todo lo que hemos expuesto sobre la larga bús-queda de Gustav Meyrink, es de lejos insuficien-te si consideramos a este hombre tan particular. Su determinación, su fidelidad frente a la voz interior, al ser oculto, su valor de ir siempre más lejos a pesar de los sufrimientos físicos y síqui-cos, no pueden transmitirse únicamente por el análisis que hemos intentado compartir. Sólo la lectura de sus novelas permite captar la profun-didad de su experiencia.

MEYRINK Y SUS NOVELAS ¿Se deberían inter-pretar las novelas que escribió después de 1917 bajo la óptica del concepto de la vida de Bô Yin Râ? Por supuesto que no. Si bien es verdad que encontramos en ellas imágenes y relatos emparentados con su concepto de la vida, la comprensión propia de Meyrink, que crecía cada día más, es sin embargo reconocible. La lectura de su diario nos confirma su propia evolución. Además, en La transformación en la sangre, Meyrink

Él debe crecer y

yo disminuir.

Éste es el sentido

de las palabras

del Bautista

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espiritismo y el yoga, así como con el yoga cristia-no ya practicado en la Edad Media, no deben ser necesariamente seguidas por un buscador serio.Estos métodos se presentan hoy bajo nombres diferentes. El channeling (canalización) es una forma actual de espiritismo, el healing (curación) encuentra su aplicación en el yoga, así como en el yoga cristiano y el magnetismo. Los ejercicios mentales propuestos hoy están sacados de las técnicas de los mantras, etc. En efecto, no existe nada nuevo bajo el sol, solamente cambia la presentación.Por alguna razón escribió Meyrink de forma tan detallada sobre este tema. Todas esas técnicas y métodos pertenecen ahora a una época pasada. En la actualidad y para el futuro, existe otro camino, un camino que comienza en el ser más interior. Es en el corazón donde yace el comien-zo del hilo de Ariadna.

Los hombres que han puesto su destinoen manos del Espíritu que está en ellos mismos, revelan una ley espiritual.

Son declarados adultosy se libran de la tutela de la Tierra,en la cual serán un día los maestros.

Lo que les sucede exteriormentetoma un sentido que les impulsa hacia adelante; todo lo que les sucede, sucede de tal manera que nada mejor podría sucederles.”

El Rostro verde. Cap. IX.

“Cuanto más se abre la humanidad actual al ocultismo, más confusos son los justos conceptos.La causa está en la superficialidad ilimitada y la indiferencia.Cada día se publican nuevos libros, el surtido es inmenso y la elección difícil.A menudo las verdaderas rosas ven su naturaleza ocultada por las malas hierbas.”

Por ello es muy importante que el buscador descubra por sí mismo por qué busca un de-sarrollo espiritual y cuáles son sus móviles. En cuanto a Meyrink, dice de sí mismo que a veces era clarividente y que su perpetua búsqueda estaba determinada por la voz del ser oculto. Siguió esta voz en toda circunstancia. Era para él el hilo de Ariadna que finalmente le condujo fuera del laberinto. No buscaba “lo más alto” al exterior, sino en sí mismo. No aspiraba a un desdoblamiento de la personalidad, sino a la unificación. En todo lo que hacía, se obligaba de antemano a observar de muy cerca el contenido del concepto de la vida propuesta, el método ofrecido. En su aplicación y en su examen pro-fundo, se mantenía siempre consciente, vigilante y crítico; motivo por el cual, en los momentos difíciles podía casi siempre oír la voz, ver el rostro del ser oculto.Durante su búsqueda, el ser oculto se transformó para Meyrink. Una vaga figura vislumbrada al comienzo, se tornó en el Cristo interior perfec-tamente reconocible. Paralelamente, la dirección que seguía se mostraba cada vez orientada más claramente. Las experiencias de Meyrink con el

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Tumba de Gustav Meyrink en el cementerio municipal de Starnber

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“HISTORIA NOVELADA DEL DESPERTAR DEL DIOS-EN-EL-HOMBRE”

¡Extraño propósito elegir el tema del despertar del Dios que dormita en el hombre para una obra literaria! ¿Pero, podía Meyrink hacer otra cosa, él cuya vida no había sido sino una angus-tiosa búsqueda de ese Dios interior y que llega-ba al final de su vida rico en certezas espiritua-les absolutas? Debía imperativamente expresarlas y las circunstancias en las cuales fue conducido a concebir El Ángel de la ventana de Occidente le proporcionaron la ocasión soñada.

Meyrink está a la sazón en posesión de cuatro certezas:

LA PRIMERA ES LA CONSTATACIÓN, REALISTA, DE LA EXISTENCIA DEL DESTINOUna fatalidad abrumadora pesa enormemente sobre los actos de los seres humanos, así como sobre la orientación de sus pensamientos y de sus deseos. En esoterismo esta fatalidad lleva por nombre “karma”, según el cual el destino de un alma está unido al pasado de los seres humanos

que han llevado la carga anterior de esta alma durante la rueda de las encarnaciones.

LA SEGUNDA ES LA EXPRESIÓN INDUDABLE DE UNA ASPIRACION A CONTROLAR ESE DESTINO¿Seremos siempre las resignadas víctimas de la fatalidad? Un grandioso impulso empuja inte-riormente a ciertas almas a luchar contra esta esclavitud, a desear la supresión de las imposi-ciones, el final de los condicionamientos de ori-gen desconocido y asfixiante. Meyrink llevaba en su interior esta aspiración, la aspiración irre-frenable de los “triunfadores” dispuestos a pagar el precio de este triunfo, aunque fuera tardío.

LA TERCERA CERTEZA ES LA EXPERIENCIA CONCRETA, DESPERTADA POR ESTA ASPIRACIÓN, DE UN COMBATE ENTRE DOS PODERES ESPIRITUALES ADVERSOSDos fuerzas se disputan la regencia sobre el alma humana. Por un lado, el poder espiritual de las tinieblas multiformes que está plagado de in-numerables espíritus invisibles y malignos y que hizo caer al alma a este mundo donde quiere mantenerla prisionera: poder hecho de astucia y

Barroca, brillante, ilustrativaLa obra definitiva de Gustav Meyrink

El Ángel de la ventana de Occidente Resumen

Si queremos caracterizar de un plumazo El Ángel de la ventana de Occidente, y al mismo tiempo mantenernos fieles a la intención secreta del corazón de su autor, hay que aventurarse por una fórmula que puede sorprender a los amantes de las obras fantásticas. Arriesguémonos, pues esta opción no la habría desautorizado el propio Gustav Meyrink.

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engaño. Por el otro, está el poder espiritual que presidió el nacimiento primero del alma, poder que Meyrink reconoció al final de su vida como el Cristo interior o la rosa del jardín celeste, donde se encuentra lo que él denomina la ca-dena de los vivos.

Y POR ÚLTIMO, LA CUARTA CERTEZA, LA DEL CAMINO INICIáTICO QUE CONDUCE A LA VICTORIA FINAL SOBRE EL DESTINOEs la elevación progresiva del hombre hacia la libertad; varias vidas pueden ser necesarias hasta que llega la hora última en la que se obtiene la

liberación mediante la transfiguración alquímica del alma y del cuerpo. Entonces el Espíritu-en-el-hombre, el Dios interior, es liberado de su prisión en la materia.

Estas cuatro certezas son los cuatro ejes que justifican y explican la estructura magistral-mente construida de esta novela y el papel de los personajes.

Tenemos en principio dos héroes masculinos:

El primero fracasa en sus tentativas de liberación

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y el otro lo consigue. Podemos ver en estos dos héroes la expresión de dos posibilidades ocultas en la fuerza masculina de ideación del alma hu-mana: una todavía inmadura e insuficientemente consciente, la otra más informada de los peligros y decidida a mantener ante sí la idea del obje-tivo a alcanzar.Para el primero, Meyrink se inspira literal y objetivamente en la vida de un personaje con una destinación extraordinaria, cruel y fantástica que existió realmente en el siglo XVI: el célebre John Dee, astrólogo, astrónomo, físico de renom-bre, hermetista profundo y consejero político de la reina Isabel de Inglaterra, su protectora que subió al trono después de la desaparición de María Tudor.Para el segundo, Meyrink se inventa totalmente la existencia, tres siglos más tarde, de un herede-ro de sangre de ese John Dee: será el baron Muller que recibe de pronto un legado procedente de su lejano ancestro. Y ahí lo tenemos embarcán-dose a su vez en el camino espiritual dramática-mente interrumpido por su ilustre antepasado.Vista telescópica de dos atmósferas que termi-nan por enmarañarse, fundirse mágicamente la una en la otra y en la cual el propio lector pierde sus referencias temporales habituales: ¡hechizo y encantamiento!

Detrás de esos dos héroes masculinos, dos figuras de mujeres rivales

Podemos ver en esos dos rostros de mujer la expresión de dos posibilidades de orientación contrarias, ocultas en “la fuerza femenina” del alma humana. Esta parte femenina del alma humana que no es otra que la fuerza astral, la materia sutil y dinámica de las tendencias y de los deseos humanos.La primera de esas mujeres es la princesa Assia Chotokalouguine, reaparición en siglo XX, en el entorno directo del barón Muller de la Isis Negra, el sombrío poder que asfixió y triunfó sobre las aspiraciones de John Dee, el desdicha-do perdedor de antaño, en el combate invisible

y eterno que se libra en la sangre del ser hu-mano. Tenemos aquí el retrato de una mujer temperamental, brillante, encantadora, seductora que, bajo los aspectos poderosamente sensuales y perturbadores, disimula el instinto depredador, devorador, ávido y demoniaco del espíritu de este mundo: imagen de la Ilusión del mundo y de la vida de los sentidos.La segunda mujer es Jane Fromont, el eterno femenino en su poder salvador, originalmente pura, dulce y no obstante resuelta, cuya fuerza secreta es la propensión al sacrificio libremente consentido al servicio del gran objetivo: la divi-nización última del hombre.Sostenido por el amor de Jane, el barón Muller vencerá tardíamente a la princesa Assia Choto-kalouguine, no sin haber repetido los errores de su ancestro. Esto nos lleva a una magnífica his-toria de destinos cruzados y paralelos a su vez, una novela compleja cuyo genio de la construc-ción literaria, innato en Gustav Meyrink, nos guía infaliblemente.

En segundo plano de los personajes principales:

Extraños objetos con poderes mágicos circu-lan de una época a la otra, aportados por ese curioso e inquietante personaje, un anciano ruso anticuario, sin edad: Lipotime. Tan escur-ridizo como una culebra, un poco bufón, astuto, variable, consejero ambiguo, con sus aires de animador público, es, en ocasiones, el agente del diablo. En él reconocemos el dedo incontrolable del destino.

El Ángel de la ventana de Occidente es el mensaje más logrado dejado por Meyrink que veía en esta obra la transmisión de una clave mágica. Dejó a cada uno de nosotros la tarea de descu-brir su uso, no sin prevenirnos de la necesidad de constancia, ardor y desprecio de ese bienestar síquico que adormece el alma y la hace caer en las garras de la bella y engañosa Assia Choto-kalouguine.

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un látigo. En lugar de cifras marcando las horas figuran flores, animales y demonios, hay catorce en vez de doce y ¡una sola aguja! Los símbolos representan las potenciales fuerzas de las cuales puede llegar a ser consciente. En su interior está grabado: “Summa scientia – Nihil scire” (la ciencia más elevada es no saber nada). El anticuario examina el reloj cuidadosamente y concluye que no puede repararlo. Sin embargo, conoce bien las piezas de relojería las cuales, según él, han sido fabricadas por un “loco”. Este reloj debe ser la obra de ese “loco” que sería el único que podría repararlo.

RUPTURA DEL MODO DE VIDA HABITUAL

Se puede ver en esta historia la descripción de los cinco escalones de la liberación interior. El primer escalón comienza con la necesaria repa-ración del reloj, símbolo del corazón humano que ya no funciona. El poseedor del reloj ha tenido una crisis cardiaca que casi le ha cos-tado la vida. Este hecho demuestra que para comenzar es necesario que exista una ruptura con el modo de vida habitual, que este último tome otra dirección. Hay que reparar el reloj,

¿Qué ocurre en un alma encarnada? ¿Cuáles son sus experiencias y qué fases atraviesa la consciencia?

¿Cuál es el sentido de cada nueva encarnación? ¿Cómo adquirir la comprensión liberadora que libera de la rueda del nacimiento y de la muerte?

Gustav Meyrink plantea todas esas preguntas en el cuento titulado “El Relojero”. Describe lo que experimenta un buscador en el camino: impulsos de la chispa de Espíritu, emociones del alma que busca, reacciones de la persona-lidad. Relata los obstáculos y los peligros pero también las fuerzas y procesos que operan en el transcurso del camino.

Se trata de la historia de un hombre que posee un valioso reloj y lo lleva a un anticuario para que lo repare. No es un reloj ordinario, sino un objeto valioso, adornado con símbolos extre-madamente notables: un hombre se halla repre-sentado con senos de mujer, dos serpientes en lugar de piernas y una cabeza de gallo. En la mano derecha sostiene un sol y en la izquierda,

El Relojero

un cuento de Gustav Meyrink

El buscador, con el corazón partido, debe confiarse a una instancia superior, que reconocerá como tal.

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pero su poseedor es incapaz de hacerlo por sí mismo y no sabe dónde dirigirse. El anticuario al que visita le habría gustado ayudarle, pero no tiene la capacidad de asumir ese trabajo y le orienta hacia otra parte.Podemos considerar que el reloj es el símbo-lo del corazón y, su poseedor, la personalidad que debe realizar el camino. El anticuario es pues el alma que entra en escena como inter-mediaria. Esta alma es comparable a Juan, que sabe que hay otra cosa, algo que le supera y cuyo camino puede indicar, aunque él debe

quedarse atrás. Juan dice: Otro que me ha pre-cedido, vendrá después de mí. El anticuario hace así alusión a algo más elevado, que le supera. Aunque él no sabe dónde ni cómo encontrarlo, sabe que ese “Otro” existe. Así pues advierte al buscador que se halla en esta encrucijada de la vida: Aquél que parte a la búsqueda del Otro recorre caminos poco habituales que parecen insensatos a los ojos del mundo.¿Qué experimenta el ser llegado a ese punto? Su antigua vida ya no le satisface. Sabe que ne-cesita ayuda y busca refugio en las instituciones

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do algo nuevo. Todavía no es consciente pero confía en la dirección interior y sigue un itine-rario que sus pies parecen conocer: el camino interior.En el momento en el que como verdadero bus-cador se abandona a esta dirección interior, el camino comienza. Entra en un mundo todavía desconocido que, sin embargo, en lo más pro-fundo de sí mismo, reconoce que le es familiar. Pero él no se da verdaderamente cuenta hasta que no alcanza su objetivo. Es el comienzo de la búsqueda de ese “Otro”. La aspiración del corazón y su deseo de curación son tan gran-des que él supera dudas y angustias. Sus pies le conducen y le muestran el camino. Sus pasos le llevan fuera de la ciudad, fuera del barullo de la vida habitual y llega a la Senda Blanca. ¿Qué significa aquí la ciudad? Se la puede comparar a la vida dialéctica, al violento torbe-llino de anhelos, pasiones y deseos. El buscador debe abandonar el viejo mundo si quiere seguir la senda espiritual y penetrar en un mundo nuevo, desconocido.¿Qué es la Senda Blanca? El blanco es el sím-bolo de la pureza, reúne todos los colores. Los siete rayos del Espíritu están contenidos en la luz blanca. También se puede considerar la Senda Blanca como el símbolo del camino que conduce a la perfección, el camino de regreso hacia el mundo perfecto del Espíritu divino.¿Qué ocurre en este estado? Impulsado por una fuerza interior este hombre se pone en camino, pero apenas ha comenzado a andar se agarran a sus talones negras serpientes que la brillante luz de la luna ha hecho surgir del suelo. La negrura de las serpientes forma un contraste violento con la Senda Blanca. Inten-tan desviar al buscador del camino y hacen de todo para que vuelva a su antiguo mundo. Estos son los pensamientos, las fuerzas que quieren envenenarle y suscitan duda, miedo y desaliento. Por su veneno intentan aniquilar su esperanza

conocidas. Pero éstas no pueden en verdad ayudarle, ni responder a su deseo de curación. No obstante, él sabe interiormente que en-contrará una ayuda en alguna parte, que existe un camino por recorrer que debe descubrir él mismo volviéndose hacia sí mismo, ninguna instancia exterior le socorrerá. Él se ve obliga-do a sumergirse en su interior para encontrar allí un camino.

INTERVENCIÓN DEL RECUERDO

En el segundo escalón los recuerdos de juven-tud vuelven al héroe de esta historia. Había oído hablar de un “loco” que vivía en alguna parte detrás de un muro. Este muro eran los cimientos de una iglesia que más tarde debía construirse. Vagas imágenes comienzan a tomar forma. Se plantea preguntas. ¡Alguien ha tenido que fabricar este reloj! ¿Acaso no merece-ría la pena buscarlo? ¿No era esa su primera intención? ¿Qué se lo impide? La imagen del “loco” tal y como lo había percibido antaño se erige ante él con toda nitidez: un anciano con cabellos de nieve, con una cabeza asombrosa-mente pequeña, con ojos penetrantes fijados en él. Se siente fuertemente impulsado a vencer el miedo de una vez por todas, su miedo al “loco” – la imagen interior. En el relato este deseo se expresa con estas palabras: “¡Oh si el reloj funcionara de nuevo!” ¡Si su corazón se despertara de nuevo a la vida! El poseedor del reloj deja al anticuario y parte en busca de la persona capaz de repararlo.

ADIÓS AL MUNDO DIALéCTICO

Éste es el tercer escalón en el camino. Es de noche, el héroe de este cuento recorre las calles oscuras y desérticas, símbolos del mundo dialéctico que para él está ya vacío. No es el mismo de antes. Sus recuerdos le han aporta-

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y paralizar su corazón. Todo buscador sufre esos ataques. Él comienza su camino lleno de alegría pues ha encontrado un tesoro incon-mensurable y esta alegría le mantiene tempo-ralmente fuera de toda duda. Pero, después de algún tiempo, nuevas dudas, negras serpientes le corroen, el intelecto, el canal de unión con el antiguo mundo, intenta capturarle de nuevo para impedirle continuar su camino y hacerle volver sobre sus pasos.

LA DIRECCIÓN APORTADA POR LA IDEACIÓN DEL ESPíRITU

¿Qué hace el poseedor del reloj para resistirse? Gira de súbito a la izquierda para esquivarlos. Cambia repentinamente sus pensamientos y los dirige hacia otra dirección. Apenas lo hace una ayuda inesperada le sobreviene. Podemos considerar este instante como el cuarto escalón del camino. Una “sombra” surgió de pronto de la tierra que engulló todas las serpientes. La sombra es el principio director que emana del mundo del Espíritu. La Luz original viene a ayudar al buscador y le conduce fuera de las tinieblas de la duda y de la angustia. La Luz toma la dirección en su propia mano, aunque sólo vemos una sombra. No obstante, esto es ya suficiente para que se desvanezcan el miedo, la desesperación, las preocupaciones que son substituidos por una inmensa dicha y una gran confianza.Le ocurre lo mismo al poseedor del valioso reloj. Él reconoce en la sombra el hilo conduc-tor que, con firmeza y de manera infalible, le muestra el camino. Y sabe que puede abando-narse a esta certeza. Sigue la sombra de la Luz sin tan siquiera prestar atención al camino, sus dudas han desaparecido, él puede proseguir el camino.Después de un largo recorrido, la sombra desaparece en una profunda fosa y el poseedor

del reloj se encuentra solo. Sabe que ha alcan-zado su objetivo. La unión con el origen ha sido restablecida, el buscador puede recorrer el camino de liberación con toda certeza. Porta la Luz divina en él, ya no necesita la sombra, ha llegado a su meta, la fuente. Las ayudas pueden retirarse, ya han hecho su trabajo. Ahora él está en la Luz.

VIAJE DE REGRESO A LA PATRIA

En el quinto escalón del camino, el poseedor del reloj se encuentra en la cámara del relojero capaz de reparar su reloj, es decir, su corazón. Apenas entra en la estancia le invade un senti-miento de seguridad sin límite. Una iluminación infinita le envuelve. Tiene la impresión de que por fin ha regresado a casa. Esta inmensurable iluminación se eleva de su corazón, de su alma, que sabe y experimenta que está preparada. Las palabras grabadas en la pared de la cámara refuerzan aún más su certeza: Summa scientia – Nihil scire”, ¡las mismas palabras que figuran en el interior de su valioso reloj! Ahora sabe que ha llegado a un mundo cuyas leyes son totalmente diferentes a las de su antiguo mundo. Aquí no cuentan los antiguos conocimientos adquiri-dos, sino la experiencia inversa, la del no saber.

La Luz original viene a

ayudar al buscador y le

conduce fuera de las

tinieblas de la duda y

de la angustia.

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Com-prende claramente que abando-nando el antiguo pensamiento se abre a un mundo totalmente nuevo y ve que lo importante es que se encuentra en este estado y no en el saber de antes de su llegada allí.

CURACIÓN DE LA ENFERMEDAD DEL TIEMPO

La cámara del relojero está llena de relojes y péndulos de todos los tamaños y de todos los géneros. Representan diversos tipos de hombres. Todos estaban enfermos y yo los he curado, dice el relojero. Y explica por qué sufren los corazones humanos, es decir, los relojes: cayeron enfermos porque creían en el tiempo. ¡Pero el tiempo arrebata la paz del corazón! Él les devolvió esta paz liberándolos del tiempo. Sólo cuando el corazón se sosiega y deviene neutro, él adquiere la verdadera percepción. Descubre entonces su verdadera tarea: regresar a la Fuente de todas las cosas, a Dios. Si comprendemos esto, el tiempo desaparece en la nada. La condición de esta paz es la comprensión, pero una compresión inac-cesible al intelecto ordinario, al pensamiento habitual. El conocimiento vivificante viene de ahí, no hay que desear saber nada por sí mismo. Pero ¿qué quiere decir esto? El pensamiento habitual es ilusión, no aporta ninguna com-

prensión auténti-

ca. La única conclusión que

puede establecer es la siguiente: ¡Las nuevas

horas sólo aportan nuevas ilusiones continuamente!

La insuficiencia del intelecto es des-enmascarada. Se trata de algo totalmen-

te diferente: de la fe, de la esperanza y del amor. Summa scientia – Nihil scire. Aquéllos que profundizan verdaderamente en el sentido de este axioma abandonan su reloj a la protección del relojero. Los otros se van desilusionados. El buscador con el corazón enfermo debe confiar-se a una instancia superior que percibe y acepta como tal. Abandona su corazón a la protección de “El Otro”. El reloj es reparado y el cora-zón curado únicamente por el abandono de sí mismo, por la confianza y la fe en la posibilidad del restablecimiento y por el amor del Espíritu divino.

CONDICIONES DE LA CURACIÓN

¿Qué condiciones debe satisfacer el corazón para seguir este proceso? No debe estar en-durecido. Un corazón endurecido carece de la capacidad de oír la voz de Dios, de aceptar la acción del Espíritu. El corazón debe apar-tarse del mundo de las apariencias y regresar al mundo de la vida original. En este relato, el personaje principal ha llegado a este punto.

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Entrega su reloj, su corazón, al relojero “con una silenciosa plegaria”: el deseo de curación, el abandono total al Espíritu. Con mansedumbre, el anciano, el relojero -el principio espiritual- examina el corazón. Con calma, el poseedor del reloj se somete al proceso de curación. Al principio el anciano parece como algo distinto de su ser, alguien que se mantiene cerca de él y le mira interior-mente. Pero, progresivamente, parece evidente que el anciano ya no está al exterior sino en el interior del buscador que comprende que el sol espiritual, la chispa de Espíritu, el pequeño brote del alma que aún es sólo una sombra, empieza a crecer. Reconoce que esta chispa ha estado siempre presente pero que lo había olvidado, reconocimiento que suscita en él un profundo dolor y un ardiente pesar. Incluso la duda intenta abrumarle. Entonces el relojero se transforma en el Otro en él. La reparación ha tenido éxito, el reloj funciona de nuevo, pausa-damente, regularmente, al “ritmo del pulso de la sangre”. El relojero le devuelve el reloj y le explica cómo se había parado. Se trata de todos los peligros que amenazan a todos los candida-tos en el camino de la liberación: deben cono-cer de dónde vienen y cómo vencerlos.

VICTORIA SOBRE EL TIEMPO Y LA MUERTE

El reloj se había parado a las dos. Es la hora de Tauro, la hora del apego a la vida dialéctica y a la voluntad personal. El relojero explica que esta segunda hora es mortal, así como sus once

hermanas que simbolizan los otros signos del zodiaco, pues estos signos encadenan al ser aural. En el relato, a las dos es cuando suena la llamada de regreso a Dios. Si el ser humano no es receptivo a esta llamada y no regresa, se pierde en la materia, acaba prisionero de los demonios y de su sangre que nublan su cons-ciencia y se oponen a su liberación.El símbolo del reloj representa la unión con el mundo etérico, astral y mental. Las flores se refieren al mundo etérico, los animales al mun-do astral y los demonios al poder mental. El poseedor del reloj sólo puede evadirse de ese círculo y, particularmente de la segunda hora, triunfando sobre su yo.

El símbolo del reloj

representa la unión

con el mundo etérico,

astral y mental. Las

flores se refieren al

mundo etérico, los

animales al mundo

astral y los demonios

al poder mental

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El reloj sólo tiene una aguja, lo que significa que está en concordancia con la eternidad. Hay catorce signos para marcar la hora: son los siete aspectos positivos y negativos del Espíritu, por los cuales éste triunfa sobre el antiguo zodiaco y sus doce eones. El reloj está decorado con una representación de Abraxas, el personaje mítico de las antiguas tradiciones gnósticas. Es una figura con cabeza de gallo, símbolo de la vigilancia y piernas de serpiente, la fuerza se-xual que hay que vencer. El látigo en la mano izquierda simboliza las emociones y deseos inconscientes que hay que dominar. El sol en la mano derecha se refiere a los actos espiri-tuales conscientes que resultan de la unión con el sol: el mundo divino. Es andrógino, lo cual representa el camino hermético de la unión alquímica. Cuando el corazón de alguien lleva esos signos, le es posible triunfar sobre los doce eones del campo de vida dialéctico. ¿Cómo alcanzar esta victoria? Por el amor a Dios, dice el relojero: Tú te has salvado de la muerte de la segunda hora, de la esclavitud del mundo terrestre, porque a lo lar-go de la vida tú lo has guardado con amor y nunca te has ofuscado porque su tiempo no fuera el de la Tierra.El reloj es el corazón donde se encuentra el átomo chispa de Espíritu. Quien guarda en él este principio y recorre el camino iluminado será conducido por la verdad interior de la Luz. Para terminar el relojero dice: ¡Ahora ya conoces el camino que te conduce a mí! El posee-dor del reloj puede por derecho propio llegar a la Fuente y participar en la Luz. Te enseñaré a curar los relojes enfermos. En efecto, quien vive en la Luz puede curar a otros.La historia termina con la fórmula: Nihil scire – Omnia posse: quien nada sabe – todo lo puede. El antiguo hombre y el antiguo saber deben retroceder, entonces el hombre nuevo, que ha triunfado de los eones en el mundo dialectico,

discierne las nuevas fuerzas, trabaja con ellas y cura por ellas. Al vivir de esas fuerzas espiri-tuales, lo puede todo y cura a los otros vincu-lándolos al verdadero conocimiento, a la Luz.

LA FUSIÓN CON LA VIDA DIVINA

En resumen se puede decir que la primera etapa es la llamada al cambio fundamental. La segunda, el despertar del recuerdo: el busca-dor está impulsado a escucharlo. En la tercera etapa, él es todavía inconsciente de que está recorriendo el camino, pero el antiguo mun-do pierde su influencia y el nuevo mundo se abre progresivamente ante él. En la cuarta etapa, recorre el camino firmemente decidido, pero las fuerzas del antiguo mundo todavía le tienden trampas y lo inducen a la tentación. En la quinta, él llega cerca de la meta y se en-cuentra en conexión directa con la Luz divina. Esta fuente le inspira nuevos pensamientos. El cambio fundamental de la primera etapa se transforma en verdadero regreso a la patria. El candidato se da cuenta de su verdadera vo-cación, se libera de la rueda del nacimiento y de la muerte. El sentido de su existencia en el mundo se hace evidente: unirse de nuevo a lo divino revivificando la chispa divina oculta en su corazón. La condición es renunciar a todo lo antiguo: Summa scientia - Nihil Scire – omnia posse, no para perseguir sus propios objetivos, sino dedicándose completamente al servicio de los seres humanos. Él se ha transformado en un relojero, un sanador de los corazones humanos.

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• Introducción a la obra y a la vida de Gustav Meyrink

• El último límite

• El no saber, el actuar y la alquimia. ¿Cómo vencer al destino?

• La cadena de los vivos

• El Ángel de la Ventana de Occidente. Resumen

• El Relojero

2016 NÚMERO 3

A la búsqueda de nuestra verdadera identidad

Gustav MeyrinkEl escritor de la travesía de los mundos


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